Zeus, que como todo el mundo sabe era muy marchoso, se “tropezó” un buen día con Alcmena, una estupenda mortal dotada de sobrados motivos para ser admirada, esposa de Anfitrión e hija de Electrión, rey de Micenas, con la que inmediatamente se puso a soñar.
Para situarnos hay que decir que los hermanos de la chica murieron a manos de unos ladrones que les robaron el ganado, lo que hundió a nuestra protagonista en una tremenda depre de la que, dijo, sólo saldría cuando su marido vengara la muerte de sus hermanos. Por supuesto, la depresión incluía no entregarse a nadie, ni siquiera a su marido, aunque el pobre no tenía ninguna culpa. Bueno, un poco de culpa sí tenía porque el robo se llevó a cabo estando él a cargo de la ciudad y porque en una discusión sobre este tema mató accidentalmente al padre de Alcmena. Pero vamos, que eso no justifica el castigo que le impuso ella de tener que vengar a sus hermanos y dejarle hasta entonces a dos velas; pero en fin, se lo achacaremos a la depresión.
Ante este panorama (a la fuerza ahorcan), Anfitrión va a la guerra contra los Teléboas (los malos) y vuelve victorioso. Para ser más exactos habría que decir que está volviendo y se encuentra a un día de camino de su casa, que es, más o menos, el momento en que Zeus no aguanta más y disfrazado de Anfitrión (que esto de los disfraces a los dioses les encantaba) se presenta ante Alcmena. La escena no puede ser más ardiente: él como un coyote y ella que, ante la presencia de quien cree su marido, echaba humo después de tanta abstinencia.
Pero Zeus, que en cuestión de artes amatorias era un experto y quería hacer las cosas bien, hizo uno de sus prodigios pidiendo a Helio que apagase los fuegos solares, a la luna que avanzase despacio y al Sueño que no despertase a los humanos, lo que hizo que se triplicasen las horas nocturnas. La verdad es que no sé si el prodigio estuvo en triplicar las horas o en aguantar de marcha las treinta y seis que duró esa noche.
Cuando la fiesta terminó, Zeus se marchó y llegó el verdadero marido, quien debió de mosquearse al ver el poco interés de la esposa, y la esposa debió mosquearse al ver que su marido quería más guerra. Si hacemos un esfuerzo de imaginación podremos ver a los dos mirándose y cada uno preguntándose que le pasaba al otro.
Bueno, el caso es que al final el marido se entera (damos por hecho que ella también porque las comparaciones son odioseas y Zeus era mucho Zeus al lado de Anfitrión) y aquí paz y después gloria, que no siempre tiene uno la suerte de que sea el mismísimo jede de los dioses el que le ponga las banderillas, y al cabo de nueve o diez meses (depende de la versión porque en alguna, Hera, esposa de Zeus, se cabrea y retrasa el nacimiento) nacen dos retoños: Hércules e Íficles.
Después del nacimiento, Hera seguía cabreada, por lo que decide poner dos serpientes en la cuna de los niños para ver si se libra del chaval (otras versiones dicen que fue Anfitrión quien puso las bichas para saber quién no era su hijo. Lo descubrió enseguida al ver a uno asustarse y al otro ponerse chulito -tendrían entre ocho y diez meses cuando esto ocurrió-).
Y llegados a este punto, entre el “padre” que no veía al niño con muy buenos ojos y la abuela, la mujer de Zeus, que le tenía una tirria que ni os cuento, Alcmena decidió abandonar al niño en el campo (luego llamado Campo de Hércules). Y como el mundo es un pañuelo, qué casualidad, pasaron por allí Hera y Atenea y ésta, al ver a un niño abandonado, convenció a la primera (sin saber ninguna de quien se trataba) para que le diera de mamar, el niño se puso como loco y la leche que derramó se convirtió en lo que conocemos como la Vía Láctea (bien contado es un detalle muy bonito); luego, sin saber todavía de quien se trataba, Atenea llevó al niño a Alcmena ordenándole que lo cuidará. Otra versión dice que Hermes, conocedor del asunto y fiel servidor de Zeus, recogió al niño en el campo y se lo puso a Hera en el pecho mientras dormía. (Alguna versión más –Higinio- dice que el niño que mamó fue Mercurio, pero a este dato no le vamos a dar importancia porque resulta menos tierno y no vende lo mismo)
Y hasta aquí, de forma excesivamente esquemática, el nacimiento de Hércules, único dios olímpico, junto a Baco, nacido mortal.
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