miércoles, 23 de marzo de 2011

¿Una decisión acertada?

Ayer el Congreso de los Diputados aprobó el envío de tropas a Libia. Fue un debate de guante blanco en el que los diferentes grupos parlamentarios justificaron su postura, que luego ratificaron con su voto, y en el que todos coincidieron en apoyar la decisión del gobierno a excepción de los diputados del BNG y de IU.

Pero no quiero hacer una crónica parlamentaria, sino dejar constancia de mis dudas o contradicciones, que para eso soy humano.

En primer lugar tengo que decir que estoy de acuerdo con todos los que intervinieron para defender su postura, tanto con los que defienden el envío de tropas como con los que no. Bueno, con todos menos con Rajoy, que hizo un discurso en el que no dijo ni que sí ni que no, como preparándose por si en un futuro vienen mal dadas y así tener argumentos para poder disparar contra quien proceda; lo que vino a decir más o menos es que “usted lo ha decidido y nosotros, por responsabilidad, no nos oponemos, pero no olvide que si pasa algo la culpa es suya, que yo no he dicho que se envíen tropas”; eso es alta política y sentido de estado, lo demás son tonterías.

Pero sigamos. Estoy a favor de la intervención porque me parece de todo punto intolerable que se atropelle de la manera que se estaba haciendo a la población por defender sus ideas. La comunidad internacional no puede mirar para otro lado cuando están en juegos miles de vidas humanas. Pero esta idea, la de la intervención, entra en contradicción con mi otro yo que defiende el “no a la guerra”, y de ahí que también esté de acuerdo con los “disidentes” ayer en el Congreso; y como ellos, también pienso que se deberían buscar otras alternativas, que se debería dar otra oportunidad a la diplomacia, y, como ellos, tampoco me fío de las intenciones de todos los que intervienen en esta operación “humanitaria”. Y es que ni siquiera tengo claro si los que están ahora combatiendo a Gadafi son los mismos que se manifestaban hace unas semanas  por las calles de Trípoli.

En segundo lugar, mis dudas provienen de la amalgama de países que se han unido para esta operación, aunque lo cierto es que no sé si es duda o, sencillamente, que no me gusta. Entre los países que participan, cada uno con lo que puede, están los integrantes de la Liga Árabe, países con un largo historial en los ficheros de Amnistía Internacional, y no precisamente por su colaboración. No es posible entender que esos países acudan a la llamada de la defensa de los Derechos Humanos, y menos aún que los países “civilizados” lo acepten, salvo que dejemos fuera de esos derechos a la mitad de la población (las mujeres) o aceptemos que las monarquías absolutistas, con todo lo que ello implica de desprecio a la vida y a los derechos que ahora van a defender, son perfectamente convalidables, o que la represión de Marruecos sobre el Sahara, integrante de este selecto club, es autodefensa. Algo no encaja. Tal vez se debería haber aprovechado para hacer una buena limpia en cuestión de amigos y lanzar un mensaje claro con unas reglas básicas que todos entendiesen y entendiésemos. Pero es pedir una honra que ya se perdió hace muchos años.

Sobre el trabajo que van a tener nuestros ejércitos si tienen que intervenir en cada uno de los países que se encuentren en el mismo caso que Libia, mejor dejarlo para otro momento, cuando constatemos que no será la misma vara para todos.

Y por último, y aquí no voy a ser original porque es la pregunta que se está haciendo medio mundo, ¿por qué unas resoluciones de Naciones Unidas se han de cumplir al milímetro y de forma inmediata y otras no? La respuesta es muy simple, depende de los amigos que se tengan en el Consejo de Seguridad, y ya sabemos que la amistad algunos la miden por lo que reciben.

Hoy, que me he extendido más de la cuenta, brindaré por los amigos a los que no doy nunca nada ni me piden cuentas.

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