Según las noticias de la prensa, y siguiendo la estela de Libia, Egipto o Túnez, se están convocando manifestaciones en diferentes países para reclamar cambios políticos o, simplemente, más libertad.
Esas noticias, lejos de ser unas buenas noticias para todos los defensores de la democracia, parece que está poniendo nervioso a más de un gobernante. Y no es para menos, ya hemos visto lo que ha sucedido en Libia y la “rápida” respuesta de las autoridades europeas, que todavía deben de estar buscando el país en el mapa.
Los que no han tardado mucho en reaccionar son las industrias petroleras. Estos sí que son ágiles y no han perdido el tiempo en ponerse de acuerdo, se han adaptado inmediatamente a la nueva situación y han subido el precio de los carburantes incluso antes de producirse la noticia. Pero que nadie se alarme, es una situación coyuntural, en cuanto la situación se estabilice los precios volverán a bajar a los mismos niveles que estaban antes, que para eso están comprometidos con la sociedad, arrimando el hombro para salir de la crisis. Bueno, comprometidos con la sociedad y un poco con las dictaduras que proporcionan el petróleo, pero esto es un detalle menor.
Y digo lo anterior porque parece que nos acabamos de caer del guindo. Todos sabemos, y nuestros gobernantes más que nadie, que hay países “amigos” que se pasan los derechos humanos por donde no deben. Y a todos vamos a visitar, y nos hacemos la foto de familiar, y nos reímos mucho con ellos, porque eso sí, son los más graciosos, y les ponemos la alfombra roja cuando vienen, alfombra que aprovechamos para meter debajo los muertos que siempre les acompañan allá donde van y así no los veamos.
Porque es muy importante saber elegir bien a los amigos. Nosotros siempre estaremos al lado de los derechos humanos, dicen nuestros gobernantes, pero hacen negocios con dictadores que no sólo rechazan las normas más elementales de democracia, sino que arruinan a sus pueblos amasando fortunas incalculables a costa de sus recursos. Esos mismos a los que visitamos y justificamos, esos mismos que negocian directamente con las empresas petroleras para que los beneficios no se dispersen, esos mismos que han visto que la cosa se pone fea y anuncian “reformas”, reformas que sólo servirán para que los gobiernos occidentales justifiquen ante sus ciudadanos más críticos su relación con esos países, o tal vez también sirvan para que estos “amigos” puedan perpetuarse más y más al frente sus países-industrias-cortijos. Porque al final, lo importante es la estabilidad de la zona, que no haya conflictos, que el petróleo fluya en la misma medida en un sentido que el dinero en el otro. Y para esto, nada mejor que coartar la libertad de los que pueden protestar, nada mejor que mantener esos regímenes que se pasan los derechos humanos por el forro de la entrepierna, nada más hipócrita que justificar hoy una amistad que mañana repudiaremos. Es lo que tiene nuestra capacidad para el teatro geoestratégico, que podemos dar un abrazo a Gadafi un día y al día siguiente estar discutiendo si le bombardeamos.
Pero no seamos ilusos, sin esos recursos, sin esos dictadores que arruinan a sus pueblos y se enriquecen a su costa, no somos nada. Y tanto ellos como nosotros somos conscientes de esta situación. Pero una cosa es que tengamos que tolerar lo intolerable y otra bien distinta es que justifiquemos lo injustificable.
Hoy brindaré por esos valientes que se están atreviendo a salir a las calles sin más armas que su esperanza en un futuro mejor, ¡va por vosotros! Y para el futuro, que no quiero que me pille desprevenido, voy poniendo una botella a refrescar, por si las cosas cambian.
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