martes, 5 de abril de 2011

¿Cuándo Narciso se convirtió en un enfermo?

Quién no ha pronunciado alguna vez aquello de “eres un narcisista”, al referirnos a una persona que se gusta mucho a sí misma, que se está mirando permanentemente en el espejo, que nos abruma con sus logros. Esto, que parece una cosa  sin importancia, puede revelar una patología muy grave.

Porque, claro, no es lo mismo tener el ego un poco subido, cosa lógica e incluso saludable, por aquello de la autoestima, que considerar que todos los demás están tres escalones por debajo.

El conocimiento de uno mismo, saber de nuestras cualidades, de nuestros logros, de lo que podemos hacer bien, es algo que nos ayuda a hacer frente a las adversidades y a saber aceptar aquellos retos de los que sabemos vamos a poder responder; cuanto mejor nos conozcamos, más cerca estaremos de la felicidad. Por el contrario, la persona narcisista, que cree conocerse, en realidad no es consciente de sus limitaciones y vive en una permanente frustración porque la altura en la que se sitúa es una mera ilusión, nadie le entiende, nadie ve su belleza, nadie aprecia la altura en la que está situado.

Luigi Cancrini, un especialista en estos temas, en su libro “Océano borderline: viajes por una patología inexplorada”, dedica unas páginas a estudiar la personalidad narcisista de algunos dictadores, diciendo: “Otro punto en común que caracteriza a los dictadores es la necesidad continuamente renovada de hallar e inventar enemigos a los que atribuir la culpa del imperfecto funcionamiento de sus respectivos regímenes”.

Es curioso ver cómo el narcisista necesita a los que le rodean y, al mismo tiempo, se alimenta de ellos. Su clan de aduladores ha de acompañarle permanentemente para, cuando sea necesario, cargar contra ellos. Al analizar los comportamientos de los dictadores de los que habla Cancrini, puede observarse cómo, sin el menor escrúpulo, criminaliza a sus colaboradores llegando incluso a eliminarlos físicamente, por los errores cometidos por el dictador.

Sobre el origen de esta patología, además de estar en medio el pobre Narciso, hijo del río Cefino y de la ninfa Liríope, que es el verdadero culpable de mis lecturas en esta materia, para Hugo Bleichmar, en su trabajo “Aplicación del enfoque Modular-Transformacional al diagnóstico de los trastornos narcisistas”, “En algunas personas, el desequilibrio narcisista  es el resultado de la pobre imagen de sí que arrastran desde la temprana infancia.” Tal y como se debió de sentir Narciso cuando sus padres preguntaron al oráculo si llegaría a la vejez y éste le contestó: "si no llega a concoerse" (que ya tiene narices la respuesta) y, para su desgracia, Ovidio nos narra cómo el niño se conoció un día al ver su rostro reflejado en el río, enamorándose de sí mismo, lo que sería el principio de su fin.

En cualquier caso, para que podamos autoevaluarnos o evaluar a cualquier persona con la que nos crucemos y que nos dé mala espina , el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” (MSD, en sus siglas en inglés) proporciona descripciones claras, con el fin de que los clínicos y los investigadores de las ciencias de la salud puedan diagnosticar y tratar los distintos trastornos mentales. Y cuando se refiere al trastorno narcisista de la personalidad, nos advierte que son personas con un patrón general de grandiosidad (en la imaginación o en el comportamiento), una necesidad de admiración y una falta de empatía (Y ahora viene lo más importante), pudiendo diagnosticarse esta enfermedad cuando se dan cinco de los siguientes ítems:

1. grandioso sentido de autoimportancia.
2. está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios.
3. cree que es "especial" y único y que sólo puede ser comprendido por, o sólo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto status.
4. exige una admiración excesiva.
5. es muy pretencioso, por ejemplo, expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas.
6. es interpersonalmente explotador, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
7. carece de empatia: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.
8. frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él.
9. presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios.

Si alguien conoce a alguna persona que reúne cinco o más características de las apuntadas, corred todo lo que podáis, alejaos de él (o de ella), o sólo conseguiréis que os destruya.

Ante esto, lo mejor es volver a la autoestima, que tiene unas dosis de equilibrio perfectas y no perjudica la salud de los demás. Brindo por los que se quieren en su justa medida.

2 comentarios:

  1. Está muy bien explicado y descrito. Lamentablemente, además de un transtorno de la personalidad, el comportamiento de estos narcisos puede llegar a ser más grave. Conoces, lo se, al perverso narcisista. ¿Por qué no hablas de esa patología?

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  2. José María Ramírez11 de abril de 2011, 22:56

    Sobre el tema que planteas, la perversión narcisista, lo único que puedo decir es que, según los expertos, en ámbito laboral suele manifestarse sometiendo a un permanente estrés a su víctima para que abandone. Las técnicas utilizadas suelen ser miradas de desprecio, silencios, vigilancia permanente, rechazo del trabajo realizado, insinuaciones malintencionadas, observaciones descorteses, y fundamentalmente el aislamiento con el resto de compañeros, no contándole nada que justifique la presión. En ningún caso, o casi nunca, el maltratador dirá algo directamente a la víctima que pueda motivar algún tipo de respuesta por parte de éste; esos enfrentamientos, donde puede salir perjudicado, no le gustan a nuestro protagonista.

    Quien pueda estar interesado en este tema, recomiendo el libro “Acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana”, de Marie-France Hirigoyen.

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