Que decepción la llegada
de SA. Yo había imaginado a la princesa llegando en un hermoso
carruaje, tirado por bellos corceles blancos ricamente enjaezados. En
la puerta, un altivo mayordomo real estaría esperando para hacerle
los honores y ayudarla a descender. También esperaría el juez, con
actitud sumisa y semblante serio y acobardado. Ella, con un traje
largo color marfil de seda y una tiara como único adorno,
descendería sabedora de que la justicia se imparte en nombre del
rey, su padre, y que éste no permitiría que la plebe osara ninguna
ofensa contra la Duquesa de Palma, su hija.
Pero no. Se levantó, se
acicaló como cualquier hijo de vecino, eligió un conjunto de los
que la gente normal se pone cuando va a buscar trabajo, llegó en un
utilitario y dio los buenos días. Como hacemos todos cuando salimos
de casa y nos encontramos a un vecino que no queremos ver y tenemos
que saludar a la fuerza. Si la comparecencia se hubiese planeado para
un lunes y no hubiese coincidido con un congreso de la policía,
solo se habría enterado el personal del juzgado y el contable de su
abogado porque no sabe ni cómo ni cuándo va a cobrar la minuta de
este cliente.
Decepcionante, sí. Y la
culpa de todo la tiene el rey, que dijo aquello de que la justicia es
igual para todos (que cachondo, lo dice él que es inimputable). El
juez se lo creyó y a partir de ahí se acabaron los privilegios. Si
hubiese ido como yo imaginaba, haciendo ostentación del poder de su
linaje, incluso con una herida abierta para que se viese el color
azul de su sangre, nadie se hubiese atrevido a preguntarle por sus
cuentas, sus propiedades o sus súbditos. Su abogado se ha equivocado
de estrategia porque no hemos visto a la princesa que todos queríamos
ver, sino a una oficinista que podría mezclarse con el resto de la
gente sin llamar la atención. Si su familia es única, por qué ella
tiene que ser tratada como los demás. El gobierno y su entramado, entre los que están la fiscalía y la Agencia Tributaria, lo
tienen claro, pero hay jueces que parecen vivir en otra galaxia y no
se han enterado de que los privilegios reales son una parte del peaje
que todavía estamos pagando por la transición.
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