martes, 11 de febrero de 2014

Europa (I)

Ahora que se acercan las elecciones al parlamento europeo recupero el debate que desde hace años mantengo conmigo mismo. Algunos días, pocos, me despierto pensando que aunque no es el modelo que yo había soñado, todavía tiene solución y estamos a tiempo de darle la vuelta; otros en cambio, adopto el perfil de pirómano, antorcha en mano, y me veo quemando hasta las matrículas de los coches por llevar la bandera de la UE. Supongo que esa bipolaridad, en plan doctor Jekyll y mister Hyde, no la resolveré jamás y tendré que conformarme con controlarla, no dejándome llevar por mis instintos más perversos. Lo intentaré, aunque la medicación que me dan nuestros electos cada pocas horas no ayuda mucho. 

Y aprovechando que hoy mi mister Hyde está distraído con otras maldades y no se ha apoderado de mí, confesaré que el próximo 25 de mayo iré a votar. No sé si con mucha, poca o ninguna fe, pero iré. Posiblemente sea una de las últimas oportunidades que tenemos para recuperar Europa y sacarla de la deriva en la que se encuentra, y eso siempre merece la pena. Hay que rebobinar y recuperar la idea original,  la que nació después de la segunda guerra mundial con la CECA para no repetir las locuras del pasado. Fue una gran idea, la de una Europa social, solidaria, la que nacía para evitar las guerras entre vecinos. Eran unos mimbres sencillos pero ilusionantes, los mismos que han desaparecido bajo unos poderes extraños, oscuros e interesados. Hoy Europa está más desmembrada que hace cincuenta años, donde a finales del siglo pasado se libraron guerras fraticidas mientras los dirigentes comunitarios miraban para otro lado; hoy Europa no es más que un gran tablero donde unos cuantos magnates juegan al monopoly haciéndose cada día más ricos a costa de los que menos tienen; es el cementerio para que los elefantes de algunos partidos tengan un retiro digno y alejado de una realidad que perdieron hace años; hoy Europa, esta Europa, no me interesa lo más mínimo. Y por eso, el 25 de mayo iré a votar. Porque no quiero elefantes, porque no quiero hombres de negro, porque no quiero especuladores, y porque quiero una Europa mejor, más solidaria y donde nadie amenace a nadie en nombre de un territorio que no es suyo.

Volveré sobre la Unión Europea, no sé si para criticarla o para darle mis bendiciones, dependerá de quién me domine ese día, pero volveré porque es mucho lo que está en juego.


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