Cada vez se hace más
evidente la necesidad de un cambio en nuestra legislación electoral.
Lo de ayer, con el voto monolítico del PP, como en su momento lo
hizo el PSOE, convierte a sus diputados en simples peleles. Bien
es verdad que la Ley tiene solo una parte de la culpa, y que el
desprecio al electorado y la falta de respeto por uno mismo de los
diputados no hace sino apuntalar lo que la norma permite. Nuestros
representantes deberían sentir vergüenza por no cumplir con sus
electores, por no ser dignos del escaño que ocupan. Se dice que son
los representantes del pueblo, cuando en realidad solo son siervos de
su partido, marionetas que se limitan a votar lo que les mandan. Y
que conste que no es una crítica a los que ayer no supieron estar a
la altura, que también, es una crítica a todos los que están y
solo esperan que el jefe les pase la mano por el lomo y les dé un
azucarillo a cambio de su lealtad.
Siempre he pensado que le
sueldo que cobran los diputados está muy por debajo de lo que su
teórica dignidad requiere, pero cuando veo el comportamiento de
algunos me doy con la cabeza en la pared por imbécil y por haber
dedicado una parte de mi tiempo a su defensa. Lo de menos es el
resultado de la votación. Que la ley salga o deje de salir, con lo
importante que es, en este momento es lo que menos me importa porque
lo más probable es que se aparque por una temporada (eso espero). Lo
que es preocupante es que nadie discuta a su jefe de filas, que no
haya discrepancia, que todos piensen y voten como clones. Lo malo es
la patética imagen que dan votando en contra del contrario, no a
favor de su pensamiento.
Qué pena, siguen sin
enterarse de nada. La gente está hasta el gorro de todo y de todos y
ellos siguen viviendo en su burbuja, sin ni siquiera gesticular para
dar bien en la foto. Hay más vida en Marte que en el Congreso. Están
muertos, esperando una reencarnación en la próxima legislatura para
seguir gozando del azucarillo y, quién sabe, incluso es posible que
con un paseo sin correa con su jefe; sería lo más. Aunque a costa
de tanto reencarnarse, es
posible que ya no les queden vidas y otros ocupen su lugar en las
próximas elecciones. Todo es posible.
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