Para
la profesora Encarnación Castro Martínez (“Competencia matemática
desde la infancia”), el sentido de la medida se considera asociado
a varios componentes: i) Tener formada una representación mental de
las unidades de medida y elegir correctamente la más adecuada. ii)
Conocer el proceso de medir, cuando se compara la cantidad con una
unidad de medida, estándar o no. iii) Criterio adecuado para saber
cuándo se ha de realizar una medida y cuándo es suficiente realizar
una estimación.
Pues
bien, teniendo en cuenta lo anterior, podemos deducir que entre los
muchos asesores que tiene la Casa Real, ninguno debió ver este trabajo
y, por eso, o nunca ha tenido sentido de la medida o lo ha perdido
entre cacerías y discursos de navidad. Decir que el Caso Noos es un
“martirio” porque lleva tres años de instrucción es situar un
tema personal por delante de su cargo y, además, no tener en cuenta
las reglas de la profesora Castro: ni ha elegido adecuadamente la
unidad de medida, ni es comparable lo suyo con un martirio, ni ha
sabido elegir el momento. Es más, incluso puede haber alguien que
considere que las palabras del Sr. Spottorno podrían considerarse un
acto de soberbia, al pretender equiparar el sufrimiento de la
institución con el de los santos que SM tanto admira.
Pero
al margen de los criterios por los que mide las cosas la Jefatura del
Estado, muy alejados de los del resto de mortales, llama la atención
que en este tema se muestre igual de “humano” que los demás. Su
preocupación se centra en el Caso Noos, en su dilatada instrucción
y en las posibles consecuencias que pueda tener, cuando lo que
debería preocuparle es haber tenido en su casa a un presunto
delincuente, diga lo que diga la justicia o ese bálsamo que todo lo
cura llamado prescripción. Lo que diga o haga la justicia, a la
casa real como institución, no debería preocuparle, que para eso
está la división de poderes; lo que nos preocupa a todos es cómo
ha podido ocurrir lo que al parecer ocurrió sin que nadie de su
entorno se enterara o mirara para otro lado.
Hace
25 siglos, el propio César dijo, refiriéndose a su propia mujer,
aquello de “La mujer de César no solo debe ser honrada, sino
parecerlo”, y en este caso hay demasiados indicios para sospechar
que la honradez se perdió muy cerca de la Zarzuela y que, lejos de
buscarla, se ha querido enterrar. Todo apunta a que los
delitos se cometieron y que alguien está tratando, desde antes de
llegar al juzgado, de minimizar el asunto.
Lo
que se está haciendo no es martirizar a nadie, simplemente, ante la
sospecha de la comisión de un delito, se están buscando las pruebas
para, en su caso, que pague el/los culpable/s. A eso la gente normal,
la que no ha perdido el sentido de la medida, lo llama Justicia.
En
cualquier caso, y como no hay mal que por bien no venga, invito a la
Casa Real a que haga lo propio y se queje de los diez años que duró
la instrucción del caso Prestige, o de los del caso Fabra, o del
sempiterno caso Gürtel. Tal vez si desciende de su trono, el Jefe el
Estado sea capaz de ver la realidad y darse cuenta de que lo de su
familia está muy lejos del “martirio”.
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