Mi falta de capacidad siempre me
ha impedido posicionarme a favor o en contra de los filósofos que opinan que el
hombre es bueno por naturaleza o de los que opinan lo contrario. Nunca he
sabido si nacemos buenos y la sociedad nos corrompe o si nacemos malos y la
sociedad es un remedio para controlar nuestros bajos instintos. Y como yo no
soy quien para dar o quitar la razón a ninguno de los pensadores que han
dedicado parte de su vida a este invento, con su permiso, me gustaría dedicar
este post a los que no son ni buenos ni malos, a los que en pura legalidad
pueden parecer buenos y en salud democrática aparentan ciertas maldad; son una
especie genuina de nuestra fauna ibérica y que gracias a la benevolencia de
gobernantes y de la desvergüenza de algunos partidos políticos van camino de
convertirse en una peligrosa plaga.
Hace unos días aparecía en la
prensa que un grupo de 45 diputados del PP valenciano había pedido el indulto
para el exalcalde de Torrevieja, condenado a tres años por prevaricación y
falsedad documental. También nos enteramos de que casi todos los presidentes de
clubes de primera división de fútbol hacían lo propio con José María del Nido,
presidente del Sevilla, condenado por ayudar a desvalijar las arcas del
Ayuntamiento de Marbella. Son solo dos ejemplos de la proliferación de esa
especie a la que me refería y que con un descaro propio del que se siente
amparado por el poder sale de las catacumbas sin ningún rubor.
Ladrones, asesinos o estafadores
los ha habido toda la vida y los habrá, es inevitable, y desde el comienzo de
la humanidad la sociedad se ha dotado de los medios necesarios para castigar al
delincuente. El ladrón roba, el estado lo mete en la cárcel y la vida sigue,
así ha sido toda la vida. Pero claro, la sociedad avanza y los delincuentes ya
no son solo los que roban gallinas, a los que se les aplica la norma clásica,
ahora también hay ladrones que son alcaldes, respetables presidentes de bancos
y o abogados de postín. Y para hacernos ver que estos individuos tienen el
marchamo de respetabilidad, como en otras épocas tenían ocurría con los puros
de sangre, surgen esos palmeros que piden el indulto que solo tienen cabida en
una sociedad enferma y corrupta como la nuestra. Cómo se puede justificar la
petición, por qué se hace ¿por gratitud, por esperar el mismo trato el día de
mañana, por gilipollas, por todo a la vez? No sé en qué ámbito de la ciencia se
estudiará el comportamiento de esta gente, si en la psicología, en la zoología
o tal vez en la entomología, por su cercanía con los insectos y las plagas,
pero lo que es indudable es que hay que exterminarlos, hay que hacerles ver que
pedir el indulto para un delincuente también conlleva que ellos mismos sean
repudiados.
En días pasados ya me refería a
cómo la democracia se va estrechando a medida que se van aprobando leyes que
recortan derechos y de aptitudes poco ejemplarizantes de nuestros gobernantes.
Si a eso le añadimos su complacencia con esta nueva fauna y la apatía de una
sociedad que se deja llevar por el barquero, ya tenemos el diagnóstico
definitivo: estamos muertos. Eso sí, habrá merecido la pena porque si alguien
no conocía la marca España, esto nos identifica a la perfección. Solo falta
ponerle nombre a la especie.
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