“La
victoria de la libertad es solamente posible si la democracia llega a
constituir una sociedad en la que el individuo [...] no se vea
subordinado ni sea objeto de manipulaciones por parte de ningún otro
poder exterior a él mismo”
Erich
Fromm. “El miedo a la libertad”
En la vida siempre llega
un momento en el que los jóvenes necesitan su espacio, su libertad,
y deciden salir del nido familiar. Son conscientes de que van a tener
que asumir labores que antes no hacían. A pesar del panorama, todos
salen con una enorme sonrisa, ilusionados con esa nueva vida que les
espera y que desconocen. Incluso, después de hacer números, saben
que van a tener que recortar en fiestas o, a lo peor, que el cine
será un lujo al que tendrán que renunciar por mucho tiempo. No
importa, la sensación de libertad les compensa, rompen con el pasado
y se lanzan a la aventura con miedo, sí, pero también con más
fuerza que nunca y con la sensación de que se van a comer el mundo.
Y en la mayoría de los casos, al menos antes era así, los jóvenes
las pasaban canutas, se comían el mundo y no necesitaban volver a la
casa familiar más que para ver a su madre y a recordar ese
maravilloso arroz con leche de los sábados.
Me fui de casa, han
pasado los años, no he vuelto a probar el arroz con leche y hoy
reconozco en mí la misma sensación de antaño, la necesidad de
vivir otra vida. Desde la transición, llevo casi cuarenta años
tutelado por los mismos partidos, los que han dirigido mi destino
alternándose en el poder sin dar opción a otros a ocupar su puesto.
Esta permanencia, pensarán algunos, nos da estabilidad y cierta
confianza, como cuando nos protegían nuestros padres. Posiblemente,
pero dónde está nuestra libertad, nuestra independencia, nuestro
libre albedrío. ¿Acaso no tenemos derecho a equivocarnos? Hemos
renunciado a nuestra libertad para elegir y hemos interiorizado el
miedo a lo desconocido. Llevamos tanto tiempo respirando el mismo
aire contaminado que no nos atrevemos a abrir la ventana por si nos
resfriamos. Las elecciones al parlamento europeo llegan dentro de
poco, luego vendrán las autonómicas y las generales. Ante el
panorama que tenemos, yo necesito cambiar de casa, necesito aire
limpio y fresco, necesito independizarme de los que han tutelado
prácticamente toda mi vida. Si mi decisión, por voluntad propia, no
de otros, me lleva a pasarlo mal, a no llegar a fin de mes, a ver la
tele envuelto en una manta para no pasar frío, lo aceptaré con una
enorme sonrisa, como cuando me fui de casa. Con los actuales tutores
sé lo que me espera mañana, en un mes y dentro de veinte años, y
ese futuro es justo el que no quiero. Lo que quiero es, sobre todo,
perder el miedo, que lo perdamos todos, y recuperar la ilusión,
apostar por un futuro mejor o, al menos, diferente. Como cuando era
joven.
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