jueves, 23 de enero de 2014

Perder el miedo

“La victoria de la libertad es solamente posible si la democracia llega a constituir una sociedad en la que el individuo [...] no se vea subordinado ni sea objeto de manipulaciones por parte de ningún otro poder exterior a él mismo”
Erich Fromm. “El miedo a la libertad”

En la vida siempre llega un momento en el que los jóvenes necesitan su espacio, su libertad, y deciden salir del nido familiar. Son conscientes de que van a tener que asumir labores que antes no hacían. A pesar del panorama, todos salen con una enorme sonrisa, ilusionados con esa nueva vida que les espera y que desconocen. Incluso, después de hacer números, saben que van a tener que recortar en fiestas o, a lo peor, que el cine será un lujo al que tendrán que renunciar por mucho tiempo. No importa, la sensación de libertad les compensa, rompen con el pasado y se lanzan a la aventura con miedo, sí, pero también con más fuerza que nunca y con la sensación de que se van a comer el mundo. Y en la mayoría de los casos, al menos antes era así, los jóvenes las pasaban canutas, se comían el mundo y no necesitaban volver a la casa familiar más que para ver a su madre y a recordar ese maravilloso arroz con leche de los sábados.

Me fui de casa, han pasado los años, no he vuelto a probar el arroz con leche y hoy reconozco en mí la misma sensación de antaño, la necesidad de vivir otra vida. Desde la transición, llevo casi cuarenta años tutelado por los mismos partidos, los que han dirigido mi destino alternándose en el poder sin dar opción a otros a ocupar su puesto. Esta permanencia, pensarán algunos, nos da estabilidad y cierta confianza, como cuando nos protegían nuestros padres. Posiblemente, pero dónde está nuestra libertad, nuestra independencia, nuestro libre albedrío. ¿Acaso no tenemos derecho a equivocarnos? Hemos renunciado a nuestra libertad para elegir y hemos interiorizado el miedo a lo desconocido. Llevamos tanto tiempo respirando el mismo aire contaminado que no nos atrevemos a abrir la ventana por si nos resfriamos. Las elecciones al parlamento europeo llegan dentro de poco, luego vendrán las autonómicas y las generales. Ante el panorama que tenemos, yo necesito cambiar de casa, necesito aire limpio y fresco, necesito independizarme de los que han tutelado prácticamente toda mi vida. Si mi decisión, por voluntad propia, no de otros, me lleva a pasarlo mal, a no llegar a fin de mes, a ver la tele envuelto en una manta para no pasar frío, lo aceptaré con una enorme sonrisa, como cuando me fui de casa. Con los actuales tutores sé lo que me espera mañana, en un mes y dentro de veinte años, y ese futuro es justo el que no quiero. Lo que quiero es, sobre todo, perder el miedo, que lo perdamos todos, y recuperar la ilusión, apostar por un futuro mejor o, al menos, diferente. Como cuando era joven.


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