viernes, 31 de enero de 2014

Unidos por el rencor

Mientras Franco daba sus últimos coletazos firmando las últimas penas de muerte, medio mundo se manifestaba en su contra. Era gente de todas las ideologías. Algunos de los que llenaron las calles podrían firmar hoy su entrada en el PP, el PSOE o en el PCE. Todos iban de la mano con unos objetivos claros: la abolición del apena de muerte, el fin de la dictadura y la vuelta a la democracia. Todos sabían las diferencias que les separaban del que caminaba al lado, pero de eso se hablaba poco porque lo importante era luchar contra el enemigo común, se sentían demócratas por encima de todo. Muerto Franco, y tras el breve tiempo de la transición, las ideas empezaron a surgir y las ideologías a buscar su clientela. Ya no había enemigo común, ya nada nos ataba al otro, cada uno empezó su andadura, hasta nuestros días.

Algo parecido está pasando en el PP, conglomerado de camarillas tan diferentes. Siempre han tenido algo que les ha unido, un enemigo común, además de una disciplina que para sí la hubieran querido los partidos comunistas de antaño. El terrorismo y Zapatero  son dos buenos ejemplos de elementos aglutinadores que han servido para que la derecha más clásica y europea, la derechona más rancia (y mal llamada liberal) y la derecha patria de brazo en alto, hayan convivido durante estos últimos años sin que se tirasen de los pelos. Hoy, muerto (políticamente) Zapatero y derrotado el terrorismo, pocas cosas les quedan en común y empiezan a salir a la luz las diferencias existentes. Cada camarilla reclama su protagonismo. Si no hubieran existido esos elementos aglutinadores, el PP difícilmente hubiera llegado hasta nuestros días. Han sido los pilares en los que han fundamentado todo su discurso. Incluso ahora, que con su mayoría absoluta han tenido ocasión de hacer historia, no han sabido gestionar su imagen de buenos gestores y se han limitado a firmar lo que les han puesto delante, ya viniese de Bruselas, de Alemania o China. Se han quedado sin enemigos y el partido se está quedando sin nada por lo que pelear, salvo contra ellos mismos.

Si a lo anterior le sumamos que los que han ido ascendiendo en el establishment se han juntado con los que no se han ido, la foto ya está completa. La falta del enemigo aglutinador, la falta de ideas y el tapón que se ha formado, con más candidatos que puestos, está haciendo que cada uno empiece a buscar su disculpa para encontrar abrigo en otro puerto. De momento, una parte de la derechona ¿liberal? y de la derecha patria (la del brazo en alto) ya han dado los primeros pasos para encontrar su sitio en Vox, partido que nace del rencor y de la nostalgia de una España ya finiquitada.

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