Ayer se podía leer en la prensa el anuncio de Rajoy de que durante su mandato, con el que ya cuenta, “tendremos el estado de bienestar que podamos”, que es tanto como decir que habrá recortes en sanidad, en educación o en derechos laborales. Imaginamos que, “para compensar”, de la otra parte se rebajarán los impuestos o se reducirán las cotizaciones a la seguridad social.
La ecuación no puede ser mala, porque cuanta más libertad tengan las empresas para gestionar sus recursos (humanos) y cuanto menos dediquen a impuestos, más empleo podrán crear. De la misma manera que si conseguimos acabar con los servicios sociales básicos, sufragados con impuestos, surgirán nuevas oportunidades y pagaremos sólo por los servicios que usemos; eso sí, el que no pueda pagarlos va a tener muy complicado poder sobrevivir y acceder a lo que hasta hace apenas diez años era algo “irrenunciable”. La idea no es muy original porque a principios del pasado siglo ya teníamos esta receta, y con releer “La lucha por la vida”, magnífica trilogía de Pío Baroja, tendremos una idea del futuro que nos espera.
Pero tampoco seamos tan pesimistas, que para eso está la otra parte que nos promete lo que no nos da, y en lugar de llegar al mismo destino de un plumazo, como anuncia Rajoy, nos va a llevar a ese mismo “futuro” poco a poco, sin sobresaltos, a cámara lenta, a medida que los mercados le va dictando los pasos a seguir, tal y como está haciendo en la actualidad, y sin anestesia.
Total, que elegimos entre guatemala o guatepeor, y todos contentos. Esto es la democracia.
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