lunes, 13 de junio de 2011

Mal gusto

Hace unos días nos enteramos del caso de un Congresista norteamericano al que le habían pirateado unas fotografías bastante subidas de tono y las habían colgado en un blog de un votante rival. Las fotografías en cuestión eran de sus partes más íntimas, y, al parecer, se las mandaba, no sé si como carta de presentación o como recuerdo, a determinadas amigas con las que mantenía relaciones.

La cuestión es que como consecuencia de esta pillada el buen señor parece que ha decidido someterse a un tratamiento psiquiátrico, no se sabe si para curarse del estrés de tanto lío de faldas o de su adicción al sexo.

Como todos recordaremos, hace no mucho le ocurrió algo parecido (lo del tratamiento) al jugador de golf Tiger Woods. Y claro, no sé si porque soy de esta parte del mundo o porque he tenido una educación poco adecuada, nunca he entendido esa facilidad que tienen determinadas personas para reconocerse tal enfermedad y ponerse en manos de unos expertos, que a saber la terapia a la que someterán a sus víctimas pacientes. Por supuesto, también es un dato curioso, todos reconocen su enfermedad cuando los pillan con las manos en la masa.

Pero a lo que iba: si nos ponemos tiquismiquis, todos deberíamos ir al especialista, unos, dirán las parejas de los afectados, porque la enfermedad está en un estado en el que ya no tiene solución y sólo cabe la extirpación, que menuda faena, y todos porque llevamos el germen dentro. Aunque no creo que ninguna de estas sea la solución.

Si Zeus, el jefe del Olimpo, disparaba a todo lo que se movía, no puede ser muy malo este virus; si Afrodita hacía lo propio, con dioses y con mortales, cómo vamos a decirle nosotros, insignificantes humanos, que son malos sus hábitos; si grandes reyes, que no voy a nombrar, han hecho de esta “enfermedad” su razón de ser, habrá que concluir que estos ilustres personajes norteamericanos no están haciendo lo debido o están haciendo lo contrario de lo que nos enseñan los que desde las alturas nos miran.

Pero claro, entre seguir los dictados de nuestros Padres y hacerse fotos de las partes pudendas para enviarlas a diestro y siniestra como si fuera una felicitación navideña hay un camino que no se debería recorrer, más que nada por una cuestión de buen gusto, y para eso si que debería someterse a tratamiento nuestro congresista, para curarle de esa estupidez y del  mal gusto que parece tener. Pero antes de ir al especialista que llame a su contrincante, el que subió las fotos a Internet, para que puedan ir de la mano y ver si les hacen un descuento de grupo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario