El “efecto pigmalión” es aquél que se da en determinadas relaciones de dependencia, como el de los padres con los hijos, o el de los jefes con los empleados, cuando se responde a determinados estímulos. Si tu jefe espera mucho de ti y te estimula intelectualmente, lo normal es que esa confianza se traduzca en un mejor trabajo; también suele producirse por imitación: si tu jefe es un buen trabajador, lo normal es que el trabajador también lo sea. Algo que aparentemente es muy simple y de sentido común, pero que muy pocas veces llevamos a la práctica.
Si esta historia tuviese alguna moraleja se podría citar aquello de “depende ¿de qué depende?, de según como se mire, todo depende”, porque el resultado del “efecto pigmalión” será distinto dependiendo de quién realice el estímulo y del receptor. Y, como en todo, o crees en ello o por mucho que te esfuerces no conseguirás motivar a nadie.
La cosa viene, como no podía ser de otra manera, de Pigmalión, rey de Chipre para unos y simple sacerdote para otros. El caso es que nuestro rey (concedámosle ese rango), después de ver lo que hacían las Propétides (dedicarse al oficio más antiguo del mundo) decidió repudiar a las mujeres y permanecer puro y casto, por lo que esculpió una estatua de marfil de la que se enamoró perdidamente. Y tanto amor sintió por esta fría chica que a partir de entonces a este aliño se le llama agalmatofilia.
Con el paso del tiempo Pigmalión, que además de ser rey, era escultor y, por añadidura, también era muy espabilado, se dio cuenta de que algo no funcionaba, que había “obstáculos” insalvables en su rara relación con la estatua, por lo que reclamó a Venus su ayuda y le pidió que le hiciera una mujer como la estatua. Venus, que cuando se ponía podía ser hasta buena, le concedió su deseo y, al volver Pigmalión del Templo donde había realizado su plegaria, empieza a hacer lo que solía: tontear con su “chica” (Según Ovidio: “Le da besos creyendo que se los devuelve, le habla… unas veces le da carantoñas, otras le lleva regalos…”). Y de repente, se da cuenta de que sus deseos se han cumplido: la estatua empieza a cambiar de temperatura, se hace más blanda, pierde su rigidez y… Pigmalión seguramente piensa en que las Propétides no eran tan malas.
Por supuesto hubo boda, a la que asistió Venus, y al poco tiempo tuvieron a una niña llamada Pafos (Pafos luego tuvo una hija, Mirra, que salió un poco rana)
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