Con motivo de la
presentación del libro “Los doce obispos mártires del siglo XX en
España”, afirma el portavoz de la Conferencia Episcopal que
durante la guerra civil española hubo un plan para acabar con los
obispos hasta la muerte. La cosa, sin que yo llegue a desmentirla,
podría plantearse de otra manera: hubo un golpe de estado contra un
gobierno legítimo y la iglesia tomó partido por el bando
insurrecto, incluso alguno de sus miembros con las armas. Ante esta
situación no es que hubiese una consigna contra la iglesia, sino
contra los golpistas, fuesen militares, carniceros o curas. Es así
de sencillo. Y tan es así, que existen religiosos fusilados por el
bando nacional que la iglesia ni recuerda ni les preocupa. Estos
aristócratas de la iglesia deberían inmiscuirse menos en asuntos
terrenales y dedicar más tiempo y sus oraciones a la gente
necesitada, como hace la mayoría de sus subordinados, curas que sí
están al lado de los más desfavorecidos. Es normal, tanto oro y tanto boato
los deslumbra. En el caso que le preocupa a Martínez Camino, la
guerra civil, no se puede ser parte del golpe de estado y luego
quejarse porque son perseguidos; esto es hacer trampa y querer salir
al menos con el empate antes de empezar el partido, que es a lo que
están acostumbrados. El asunto de la participación de la iglesia en la guerra y la posguerra es un tema menor y lo despacha diciendo que se pudieron cometer algunos pecados. Esto no merece ningún comentario porque seria ofensivo y yo, aunque ateo, espero alcanzar un día el Cielo.
Pero es que además,
Martínez Camino, el portavoz y autor del libro (48 eurazos la
pieza), dice que desde la época de los romanos no había habido
mártires en España hasta la guerra civil. Esta afirmación confirma que la
iglesia ha tenido un trato privilegiado y mucho más condescendiente
del que ellos han proporcionado al resto de la población, creyente o
no. Posiblemente, será muy difícil recordar un solo siglo en el que
la iglesia no haya participado por acción u omisión en guerras,
asesinatos o conspiraciones, siendo responsables directos de tantas
muertes que si fuesen suyas las víctimas, el santoral necesitaría
todas las estanterías de la Conferencia Episcopal
Basta ya de jugar con los
sentimientos de los demás y vender la imagen de únicas víctimas de
la historia. La iglesia debería dejar de mirarse el ombligo y pasarse los próximos mil años
pidiendo perdón por sus pecados, mostrar más modestia y menos
soberbia de lo que muestra. El consuelo que les queda a algunos
creyentes es que estos altos cargos de la institución, si es verdad
todo lo que dice su doctrina, nunca entraran en el Reino de los Cielos.
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