martes, 29 de mayo de 2012

El mayordomo

Lo que está pasando en el Vaticano es lo más divertido desde que Aznar empezó a hablar tejano con su “Hemos dedicado tiempo ayer por la noche y esta mañana...” (a joder el mundo, añadiría yo). Un mayordomo, un Papa, obispos, cardenales y otras especies raras vestidas con faldas pero muy bien asentadas en sus lujosos nidos, conspirando no se sabe contra quien y filtrando documentos a la prensa. Esto es una película en toda regla.

Para empezar tengo que decir que no me importa el final de esta historia siempre que el mayordomo no cargue con la culpa. Una persona que se levanta no más tarde de las cinco de la mañana para despertar a su jefe, que desayuna con él, que ríe si su jefe tiene el día cachondo, que llora si a su jefe la duele la muela, que come con él, que le levanta la sotana o se la baja si se tiene que cambiar de ropa, que se acuesta a su vera en la siesta por si su jefe tose,... y así hasta que por fin el jefe se acuesta y él, pobre mayordomo, tiene que irse a su casa en busca de la paz que no encuentra al lado del mismísimo Santo Padre, que ya tiene guasa la cosa. Con este ritmo de vida, creo que lo que procede es hacer las pruebas de ADN a sus hijos (del mayordomo, no del Papa) porque incluso en el Vaticano los milagros son harto difíciles y tal vez podamos añadir un poco más de suspense a la historia. No sé las horas que acumula trabajando este hombre, ni cuánto cobra, pero se merece toda mi indulgencia: ego te absolvo a peccatis tuis.

Bueno, para no enrollarme, la cuestión es que el mayordomo, a las órdenes de algún sotanero (de sotana, no de sótano) entre paseo y paseo de su líder espiritual se quedaba con documentos que luego iban apareciendo en la prensa. Ahora, al descubrirse la historia, se ha puesto en evidencia lo que algunos sospechaban y otros sabían: que esos sotaneros, entre rezo y rezo, pueden llegar a ser y son tan miserables como cualquier otro mortal y no pierden el tiempo, como buitres ante el moribundo, revoloteando y tomando posiciones para cuando llegue el feliz (para ellos) desenlace. Al parecer el Vaticano es un hervidero de intrigas y cónclaves para decidir quién será el nuevo Papa, y lo peor es que, como en casi todas las familias, hay rencillas y todos quieren barrer para casa. Estos aristócratas de la religión no aprenden, llevan tanto tiempo viviendo por y para la conspiración y alejados de la realidad terrenal que no saben vivir de otra manera. Esta es la prueba más palpable de que Dios no existe, sus servidores.

Juan Pablo II dijo que el infierno no existía, que era sólo un estado mental, y Benedicto XVI, sospechando que los buitres ya le rondaban y posiblemente para disuadirlos, afirmó lo contrario, que sí, que el infierno existe. En mi caso, aunque mis creencias van por otros derroteros, por si acaso, empezaré a portarme bien para no encontrarme a nadie de esta especie en la “casa de Satanás”.


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