lunes, 14 de mayo de 2012

Lo llaman democracia y no lo es

Este es uno de los lemas más coreados estos días en la Puerta del Sol de Madrid y en tantas otras plazas de España. Lo raro es que a nadie le llama la atención la frase y sólo a los más sensibles parece incluso que les cabrea. Pero no debería tomarse esta frase como una más, producto de la gracia de los manifestantes o del ingenio o aburrimiento de gente ociosa, esta frase encierra mucha verdad y dice lo que mucha gente piensa. La sensación de que la sociedad cada vez cuenta menos, de que en nombre de la democracia somos vilmente utilizados, de que las urnas no sirven para casi nada, es algo que se va instalando en nuestras mente, de forma peligrosa, como parte de nuestro ADN

Según la Real Academia Española de la Lengua, la palabra democracia tiene dos acepciones: 1.- Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno; 2.- Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado. La cuestión es saber cómo se ejerce esa intervención o predominio. Para algunos, nuestros dirigentes y los que dirigen a nuestros dirigentes, la cuestión está clara: la democracia se ejerce votando, residiendo el poder desde ese mismo instante en los “elegidos”, sin que ya quede más posibilidad que el pataleo. A partir de aquí, desde el mismo instante de la votación, ya no importa si los elegidos mienten, engañan, roban, se suben el sueldo, tergiversan los datos y la información, o nos venden al mejor postor, porque desde ese mismo instante se consideran legitimados para jugar con nuestras vidas como si fuesen las suyas propias, sin que nos den más opción que la de la crítica “dentro de las normas” que ellos mismos imponen para impedir que nada cambie.

Según otros, la democracia exige algo más, exige, como primera premisa, creer en ella para poder participar de sus beneficios. Exige poner los medios adecuados para que una vez emitido el voto el pueblo pueda seguir ejerciendo su derecho, exige poder ser oído y atendido, exige dictar leyes que permitan dormir tranquila a la gente de bien y que cuando alguien meta la mano en la caja ajena sepa que se quedará sin ella; exige que los políticos no blinden sus prebendas-pensiones-privilegios a costa del sacrificio de los que consideran sus lacayos; exige que los “elegidos” estén al servicio de la ciudadanía y no de sus propios intereses o de los intereses de un partido que, si se portan bien, les puede garantizar un puesto vitalicio y la gloria eterna.

La democracia es algo más, es saber que los políticos no desprecian a los votantes con sus acciones, comentarios o silencios. Porque democracia también es aclarar cómo es posible que alguien, aunque sea la hija de un rey, no se entere de los cientos de miles de euros que gana su marido y que ella disfruta sin preguntar por su origen; democracia es poner de forma inmediata de patitas en la calle a una persona, por muy presidente del Tribunal Supremo que sea, por decir que los viajes privados pagados presuntamente con fondos públicos son unas cantidades irrisorias; democracia es no permitir que se nombre a una ministra, se llame Mato o como sea, después de reconocer que no sabía cómo se había financiado el Jaguar que conducía su marido; democracia es quitar el acta de diputado a un personaje que no aparece por su escaño y que cobra todos los meses estafando a quien "le" votó; democracia es no permitir, ¡que casualidad!, que la mayoría de los delitos por los que están imputados los políticos prescriban misteriosamente; democracia es buscar el equilibrio entre lo legal y lo justo, porque es legal que un político ostente cuatro cargos, pero no es justo, porque es legal que un político esté en lo público toda la vida, pero no es justo, porque es legal aunque no es justo que se detenga a una persona que se manifiesta por sus derechos y no al que arruina un banco; y democracia también es escuchar a los necesitados de tu barrio antes que a los millonarios del barrio de al lado, hablen alemán, francés o sueco. Todos estos detalles, junto a otros muchos, son los que dan sentido a la democracia, y su ausencia la que la puede hacer peligrar, porque, como se dice en Derecho, “Las cosas son lo que son, y no lo que las partes dicen que son”.

Puede que negar la condición de democrático a nuestro sistema sea algo exagerado, pero si seguimos negando la realidad y no viendo ese “algo más” que la sociedad reclama, nunca tendremos una democracia completa. El problema es que los que tendrían que completar el sistema están tan embelesados mirándose el ombligo que no escuchan no ven y no oyen más que a sus propios amos.

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