Hace poco un ilustre personaje del PP defendía la cadena perpetua revisable. Posiblemente este personaje, de cuyo nombre no quiero acordarme, no conoce el caso de Miguel Montes Neiro, quien carga a sus espaldas más de treinta años de cárcel pese a no tener ningún delito de sangre, y allí morirá si nadie lo remedia porque arrastra una grave enfermedad que le impedirá llegar a 2021, fecha en la que termina su actual condena, aunque desde la propia prisión siguen haciendo méritos emitiendo informes negativos sobre su mala conducta.
El caso de Miguel se inicia en 1976 cuando, estando él en la mili, desaparece una escopeta y le acusan de robarla. Al cabo de un tiempo el arma aparece pero ya la maquinaria se ha puesto en marcha y está marcado; tanto que decide desertar, lo que provoca su ingreso en los calabozos. A partir de aquí su mala cabeza, su falta de estudios, su rebeldía, le llevan a fugarse en algunas ocasiones, a intentarlo otras, a realizar pequeños robos para sobrevivir en los pocos períodos de libertad que tiene y, lo que es peor, a acumular años de condena. En total, desde aquel lejano 1976, lleva treinta y seis años acumulando condenas, siendo los días de fuga, apenas 1.300, los únicos que ha pasado en libertad.
El caso de Miguel se parece a los de Prometeo o Sísifo. Prometeo, por ayudar a los hombres, estuvo durante 400 años un águila comiéndole el hígado, que volvía a crecer para que no cesara su suplicio; Sísifo fue condenado por revelar un secuestro llevado a cabo por Zeus a subir una gigantesca roca a lo alto de una montaña que luego caía para tener que volver a subirla; Miguel, por su torpeza y falta de recursos, es condenado por los actuales dioses a una cadena perpetua que en nada tiene que envidiar a los anteriores. Más que una condena parece un ensañamiento. Teniendo en cuenta que la reinserción es el objetivo y no la venganza, este el ejemplo más evidente del fracaso de nuestro sistema penitenciario, o un ejemplo de lo que no se debería repetir, que cada uno piense lo que quiera.
Y mientras, Mario Conde, Julián Muñoz, Luis Roldán, y tantos prebostes mafiosos, de corbata y guante blanco, paseándose por la calle sin ningún remordimiento. Y la justicia a su aire, con los ojos tapados para no ver lo que pasa a su alrededor.
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