Seguro que algunos insensatos, nostálgicos, revanchistas o curiosos se habrán preguntado qué habría sido de España si la República instaurada aquel lejano 14 de abril de 1931 hubiese gozado de la debida salud y del respeto ganado en las urnas. Se trata de un ejercicio de imaginación condicionado por el grado de afecto o desafecto que se tenga por la República. Hoy , cuando se cumplen setenta y cinco años del nefasto levantamiento, puede ser un buen momento para que nos planteemos la cuestión y cada uno haga su particular y libre ejercicio de imaginación, aunque no coincida con la del vecino.
Aunque antes decía lo del respecto ganado en las urnas, hay que advertir en honor a la verdad que la República se proclamó con motivo del resultado de las elecciones municipales que tuvieron lugar el 12 de abril del mismo 1931. Algunos “ilustrados” han defendido que el resultado favorecía claramente a las candidaturas de la monarquía y, por lo tanto, niegan legitimidad alguna a la institución, aunque ocultan que la mayoría de estos elegidos lo fueron sin votación. Efectivamente, por arte de birlibirloque el Almirante Aznar, quien oficiaba de jefe de la patria, decidió que en los municipios donde sólo hubiese un candidato (la inmensa mayoría) éste sería proclamado sin necesidad de ser votado. Por poco conocimiento que tengamos de la época nos sobrará para saber que en esos lugares sólo se presentaba el representante del cacique o él mismo. Si a lo anterior sumamos que en más de cuarenta capitales, donde era más difícil influir en el electorado, ganaron los partidarios de la República por mayorías apabullantes (en Madrid y Barcelona, por ejemplo, cuadriplicaron los votos frente a los monárquicos), tendremos una idea de quién ganó en realidad. Y si lo rematamos con las propias palabras del rey saliente publicadas en algún diario de la época, donde reconocía la victoria republicana, lo del respeto ganado en las urnas ya está justificado.
En fin, a lo que vamos. Con la perspectiva de los años transcurridos desde entonces entiendo que el proyecto de la República , más allá de cualquier ideología, fue una magnífica oportunidad para poner a España a la cabeza de Europa. Atajar el altísimo nivel de analfabetismo existente fue una de sus prioridades, con la construcción de cientos de nuevas escuelas y la contratación de varios miles de maestros para una escuela pública prácticamente inexistente antes de su llegada; otra fue la reforma agraria, con importantes medidas a favor de los jornaleros o la obligación de que los terratenientes cultivasen las tierras; de aquella época es también la negociación colectiva, tan vilipendiada en estos días; y así una innumerable relación de proyectos que, en la mayoría de los casos, no pudieron llevarse a cabo porque la situación no lo permitió.
Pero ¿y si todos, derecha e izquierda, hubiesen arrimado el hombro? ¿y si los militares que se alzaron en armas, junto a los civiles ocultos entonces, hubiesen fracasado? Estoy seguro de que otro gallo nos hubiese cantado. Aunque es difícil abstraerse a la situación del momento, donde las diferencias entre derecha e izquierda se dilucidaban en la calle pistola en mano, siempre he pensado que, junto a la transición, fue una de las pocas ocasiones en la que hubo una clase política que estuvo por delante de la ciudadanía e hicieron lo que se esperaba de ellos (no todos, claro, pero sí una buena parte)
Luego vinieron los iluminados, los de siempre, los salva patrias, y se alzaron contra el poder legalmente constituido, y lo que pudo ser el inicio de un inmenso futuro se evaporó. Y otra vez nos metieron en el abismo del oscurantismo, de la ignorancia, del atraso endémico que siempre hemos padecido y que aún arrastramos.
Y aprovechando el viaje, si desde hace tres años gobierno y oposición hubiesen navegado en la misma dirección ¿dónde estaríamos ahora? Sin ninguna duda, mejor; pero es que a veces el poder tiene un atractivo que obnubila al más pintado y por él MA-TAN, aunque sea metafóricamente al contrincante y de verdad al país.
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