Cuentan que con la
muerte del dictador hace más de cuarenta años llegó la incertidumbre para unos,
la esperando para la mayoría, y una extraña sensación de libertad que envolvió a toda la gente de bien. No importaba que el
aparato del estado, incluyendo policía, ejército o jueces, fuese franquista, la
sensación de libertad era real, se podía palpar. Hoy, cuarenta años después,
cuando la policía, el ejército o los jueces son parte consolidada de nuestra
democracia, la sensación de antaño se va diluyendo.
Extraño
mundo el de las sensaciones.
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