Rajoy y Puigdemont no se han encontrado en la Diada. Si han quedado a
la salida del metro es normal, con tanta gente alguno habrá llegado tarde.
De todas formas, a modo de carta a los Reyes Magos, esa que nunca llega pero que siempre tenemos la esperanza de que alguien lea, me gustaría decirles:
Sr. Rajoy, cuando vaya por Cataluña, o cuando se relaje en su despacho, no se olvide de la tremenda
multitud que está pidiendo la independencia. Eche un vistazo a las fotografías
de las últimas Diadas. Hable con quien corresponda,
entienda las razones de tanta gente saliendo a la calle. A mí ya me cuesta dirigirme a usted, pero si es por el bien común, lo hago. Su comportamiento, el
de usted, ninguneando las pretensiones de una gran parte de los catalanes no le hace más fuerte, ni más creíble, ni más hombre de Estado. No sea cobarde y no se esconda tras las leyes, porque si éstas no sirven lo que hay que hacer es cambiarlas. Sea valiente y deje de mirar por el rabillo del ojo a su electorado.
Sr. Puigdemont, escuche a la tremenda multitud de catalanes que quieren seguir siendo españoles. Deje de retorcer las leyes y hable con quien corresponda. Sabe que no tiene ni la mayoría ni la legitimidad necesarias. Su comportamiento oportunista llevará a sus ciudadanos a una fragmentación que no sabemos dónde terminará. Sabe que no habrá referéndum, sabe que no habrá independencia y sabe que usted no pasará a la historia como el hombre que liberó a Cataluña de las garras del Estado español. Sus pretensiones, las de usted y los suyos, están creando un monstruo que todos sufriremos en un futuro inmediato.
Presidente, President, hablad, no dejéis que esto termine de la peor
de las maneras. Vuestro orgullo, vuestra soberbia, vuestro odio, incluso vuestras
leyes, me importan un bledo. Pensad en la gente y en cómo se están radicalizando
los vuestros y los contrarios. Pensáis que un improperio contra el contrario es
una victoria vuestra, pero no, lo que es en realidad es una herida que tardará
muchos años en cicatrizar. Una buena parte de los españoles ya mira con recelo a los catalanes, y una buena parte de los catalanes ya mira con recelo al resto de españoles. De momento es vuestro único mérito.
Nunca me he sentido nacionalista, no me gustan las banderas, ni los
himnos, ni las fronteras, pero siempre he sentido un tremendo apego por las
personas, por las que son como yo y por las demás, sobre todo si son honestas,
sinceras, honradas, solidarias. Por esa gente es por lo que merece la pena
pelearse. Por vosotros no. No me interesáis, no me interesan vuestras cuitas. Y
no me vais a encontrar peleando por vuestra estupidez, no es mi lucha. Lo que me preocupa es
el odio que se está generando, el que lleváis tantos años cultivando, vosotros
y los que os precedieron.
Hasta nunca.
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