miércoles, 13 de septiembre de 2017

Derecho a la holgazanería

La holgazanería, por lo general, es una característica que tiene muy mala prensa. No conozco a nadie, por muy sincero que sea, que en una entrevista de trabajo se declare holgazán, ni siquiera un poco holgazán. Siempre queremos pasar por muy activos, dinámicos, proactivos, dispuestos a trabajar hasta los fines de semana si es necesario, aunque en el fondo todos llevamos un perezoso dentro. Yo me reivindico como holgazán y reivindico la holgazanería para todos, sin distinción de sexo, condición o clase.
 
¿Pero cómo reconocerse como holgazán, remolón, vago,...? A mí me bastan tres simples preguntas:

¿Te gusta madrugar? No, ni para ir a recoger billetes de cincuenta. Odio madrugar, sufro cada día cuando me levanto, a pesar de que no madrugo.
 
¿Te gusta trabajar? No. De hecho creo que el trabajo solo le gusta a los futbolistas y a algunos arquitectos. Hay otra gente que disfruta con el trabajo, sí, pero de enfermedades no sé y no quiero hablar.
 
¿En casa eres un manitas? ¡Qué, manitas! Debería estar prohibido vender herramientas, solo sirven para distanciar a las parejas. Quién no ha tenido la sensación de fracaso cuando tu pareja te pide que arregles algo y no lo consigues; o al revés, la sensación de que tu pareja no cumple como es debido porque siempre deja los trabajos a medias. No, no soy un manitas. Prefiero no empezar las cosas antes de que me digan que no doy la talla.
 
Cualquier lector avispado, ante la encuesta que me he realizado a mí mismo,  podrá confirmar que soy un tremendo holgazán, aunque la realidad es que solo soy alguien que ha visto la luz y espera vivir algún día en la paz del sofá y la manta. Mientras tanto, aunque no me guste trabajar, tendré que seguir trabajando, aunque no me guste madrugar, lo seguiré haciendo, aunque poco, y aunque no me gusten las chapuzas en casa, no permitiré que nadie piense no doy la talla. Soy holgazán de vocación, pero no me dejan ejercer.

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