Hace unos días, supongo
que después de una resaca de pastillas o de la abstinencia que
practican los muy católicos, la Sra..Cospedal volvió a animar el
cotarro con la propuesta de que los cargos electos no cobren del
erario público, que se mantengan de su actividad profesional o de
sus rentas.
La propuesta significa
simple y llanamente, que sólo los más ricos puedan acceder a los
cargos donde se deciden las cuestiones importantes, dejando al margen
a los indeseables que por su falta de ambición o suerte no han sido
tocados por la diosa fortuna o por la cuna de sus antepasados. De
esta manera, sin decirlo, pretende la vuelta a un liberalismo tan
rancio como desterrado por el avance del progreso y de los derechos
que entonces se negaban, pretenden la vuelta al sufragio pasivo
censitario como el de la Constitución de Cádiz, que en su artículo
92 decía: “Se requiere además, para ser diputado de Cortes,
tener una renta anual proporcionada, procedente de bienes propios.”
Alguien debería
enseñarle a esta señora algo de historia para que aprendiera que la
Constitución de Cádiz, tan avanzada para su época, ya no está
vigente y que el salario de los cargos electos no es un privilegio,
sino un derecho para que todos, sin distinción de estatus social,
puedan acceder a una actividad tan noble como la de representar sus
paisanos. El siglo XIX, tan añorado por nuestra derecha más rancia
ya pasó, aunque sigue siendo su referencia y ejemplo de modernidad.
La cuestión es que al
margen de la estupidez, que lo es, llama la atención que lo diga una
persona que cobra un pastizal por sus cargos públicos, entre los que
incluyo la secretaría general del PP, cuyo partido es subvencionado,
como todos y a pesar de su odio a la subvenciones, con cargo a los
Presupuestos Generales del Estado. Habría sido todo un detalle que
ella, promotora de la idea, hubiese dado ejemplo y renunciase a sus
sueldos públicos (en plural). Pero no, ni lo ha hecho ni lo hará
porque no cree en ello y simplemente se ha limitado a lanzar un
mensaje a un electorado cansado de la política y de los políticos,
como ella, demagogos, mentirosos y revanchistas, que no representan a
nadie porque están tan ensimismados que no escuchan ni ven no oyen a
nadie salvo a quien tiene el poder para mantenerlos o apartarlos de
sus puestos.
En su caso, y el mensaje
valdría para otros partidos, más le valdría elevar el listón de
los “elegidos” para el servicio público y tener en cuenta sus
capacidades y menos sus lealtades y sumisión a quien les da de
comer. Tal vez esto serviría para que nos reconciliásemos con
nuestra clase política y no fuesen necesarias propuestas de taberna
como la de la Sra. Cospedal.
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