Que memoria tan frágil
tiene Rajoy. Ya no se acuerda de las manifestaciones en las que
compartía pancarta con Aznar en contra del Gobierno de Zapatero, ya
no se acuerda de la cara de indisimulada satisfacción que le
producía salir en las portadas de los periódicos. Hay que ver
cuanta miseria se acumula en sus actos, sus declaraciones o sus
olvidos. Antes los ciudadanos de bien eran los que salían a la calle
y ahora son los que se quedan en casa. Que típica esa doble vara de
medir, tan española, tan liberal, tan de esos salvapatrias que en
épocas confusas salen como los granos en el culo. Le guste o no, los
ciudadanos de bien son todos hasta que se demuestre lo contrario, voten a unos o a otros, se manifiesten
o no, aunque Rajoy ya ha
demostrado que no lo es, por incompetente, inútil y mentiroso.
Este gobierno no admite
fisuras, no quiere que nadie le lleve la contraria y mucho menos que
le critique, y no duda en mandar a la policía o cambiar las leyes
para que se haga su santa y única voluntad. No es de recibo que se pretenda acusar a unas personas que se manifiestan de "atentado a las instituciones", es un absoluto desprecio al derecho de manifestación y tiene toda la pinta de ser una amenaza a futuros manifestantes. Del comportamiento de la
policía solo diré que habría que recordarles que no todas las
órdenes son acatables y que el ensañamiento que se está viendo les
señala directamente a ellos, además de a sus mandos. No sé qué
les enseñarán en la academia, pero el comportamiento de los últimos
días es más propio de otras latitudes que de un país como el
nuestro, al menos los que peinamos alguna cana ya lo creímos
superado.
Es muy posible que en las
próximas manifestaciones haya quien se quede en casa por miedo a la
policía, pero eso no ayudará al país que tanto quieren. Desde que
las urnas otorgaron a este gobierno la legitimidad que con sus actos
han perdido, no han sabido gestionar el poder, se comportan con
autoridad y soberbia con el débil y con sumisión con el poderoso
-salvando las distancias, algo muy parecido a lo que hacían los
oficiales de las SS-. Piden lealtad y diálogo pero solo si es para
firmar lo que ellos imponen porque creen que solo ellos pueden salvar
este país del desastre. Salvapatrias de pacotilla que se llenan la
boca de españolidad y rechazan todo lo que no huela a rancio, a la
España de charanga y pandereta, a viacrucis y a peineta, que es
donde esta gente, Rajoy a la cabeza, se siente a gusto. Son como el
cacique de antaño, como el chulo del barrio o el malo de la película
del oeste que por un puñado de dólares no duda en deshacerse del
que opina en contra del que le paga. Pero que no olvide este matón,
el de la película, que al final siempre llega uno más rápido que
acaba con él o, en el peor de los casos, el mismo pueblo se encarga
de poner las cosas en su sitio.
Y le guste o no a Rajoy,
y le guste o no a Rubalcaba con su oposición blanda -menuda
estupidez-, la gente seguirá saliendo a la calle diciendo NO, NO y
NO a las políticas neoliberales que nos están llevando a la ruina.
Salir a la calle es uno de los pocos derechos que le queda a la gente
de bien, aunque el gobierno ya haya puesto en marcha toda su
maquinaria para su eliminación.
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