Por fin ETA deja de matar, de extorsionar, de chantajear. ¡Qué gran noticia! Hoy tendría que ser un día grande para todos los que creen en el poder del Estado de Derecho y de la democracia. Y así es y debe ser, porque no puede haber una sola persona de buen corazón que no se alegre por esta noticia. Y digo lo de gente de buen corazón porque hay quien se resiste, hay a quien le ha sentado mal el anuncio. Entiendo los comentarios de algunos familiares de víctimas de ETA, su odio tiene que ser infinito y justifica sus deseos, en algunos casos, de venganza, en su lugar posiblemente yo pensaría igual, incluso puedo entender a los que recelan de las intenciones finales de los etarras, pero no puedo compartir las opiniones de otros malintencionados que en vez de de alegrarse se dedican a malmeter, y con su fino olfato dan la vuelta a la tortilla y en lugar de la derrota de ETA, que es lo que significa el anuncio, especulan con el precio que habrá que pagar ante la rendición del Estado, gritándolo para que puedan oírlo sus acólitos y ver si el eco les devuelve la cara sin el sonrojo que les produce tan mala baba. Pero hoy no es su día, hoy es un gran día y no me lo van a estropear.
Muchos años han pasado desde aquel 7 de junio de 1968, cuando un joven guardia civil de tráfico fue asesinado por Txabi Etxebarrieta, militante de la recién creada ETA y poco después muerto en un tiroteo, y del asesinato dos meses después del tristemente famoso jefe de policía Melitón Manzanas, primer objetivo programado de la organización. Desde entonces, y por la ceguera de un fin inalcanzable, más de ochocientas personas han dejado padres, hijos, viudas y amigos que los llorarán toda la vida. A la historia le tocará poner a cada uno en su sitio, que no todos hemos tenido una trayectoria tan impecable como queremos vender. En “Las cenizas del hierro” tercer volumen de la trilogía “Verdes valles colinas rojas”, magistral obra de Ramiro Pinilla, uno de los personajes dice: No me alegro de esas muertes, de ninguna de las dos, pero no puedo evitar sentir algo por dentro parecido a la alegría. Tiene que ser alegría porque sé muy bien cómo es la tristeza. Corrían los años sesenta y los tiempos eran muy difíciles. Pero hoy, sin olvidar el pasado, toca mirar al futuro y avanzar en una sociedad en paz. Hoy, a pesar de los agoreros, no es día de críticas ni de reproches, sino de alegría y esperanza.
En cuanto al futuro, se llame Rubalcaba o se llame Rajoy, al próximo presidente le tocará lidiar sobre las cuestiones de “intendencia” como la entrega de las armas y los presos, y si se llama Rajoy, lo hará igual que lo haría Rubalcaba, y si se llama Rubalcaba lo hará como la haría Rajoy, o parecido. Lo importante, sea quien sea el que tenga que llevar a cabo esta tarea, es que le dejemos trabajar sin especular sobre contraprestaciones y sin poner palos en las ruedas, porque sabrá hacer lo que tiene que hacer y lo hará bien.
Brindo por la estupenda noticia y por el futuro.
Brindo por la estupenda noticia y por el futuro.
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