lunes, 22 de agosto de 2011

No son mis enemigos

Algunos sectores se han empeñado estos días en enfrentar a ateos, agnósticos y demás gente de mal vivir, entre los que me encuentro, con los que durante una semana han llenado las calles de Madrid para celebrar la JMJ. Y salvo los que siempre ven lo que quieren ver al margen de la realidad, ha sido un intento fallido. Yo (insisto en lo de no creyente) he visto a miles de jóvenes alegres e ilusionados, y ni la juventud, ni la alegría, ni la ilusión me han molestado nunca, al contrario, son características que me gustan, me divierten y creo que, salvo la juventud que se pasa con la edad, la alegría y la ilusión se deberían ejercitar permanentemente para no perder la costumbre. El hecho de que sean católicos y no profesen mis “no creencias” tampoco los convierte en mis enemigos; estaría bueno, si todo el que no piensa como yo tuviese que estar en una lista negra haría falta talar muchos árboles para poder hacer una nómina con prácticamente todo el planeta. Cuestión distinta es el boato y la pompa con el que se revisten siempre estos actos, nada de mi agrado, pero que en nada afecta a los peregrinos.

Lo anterior no evita que sí ha habido quien ha puesto su mal hacer para que esos sectores de los que hablaba tuviesen esa sensación de enfrentamiento y aprovechasen la circunstancia para insistir una y otra vez en ello en los medios de comunicación (léase Telemadrid). En esto quien ha puesto más empeño ha sido la policía, cuyas defensas, las porras, parece que en algunas manifestaciones adquieren vida propia, a costa de su credibilidad. Posiblemente, si hubiese hecho bien su trabajo nadie hubiese tenido oportunidad de hablar de enfrentamientos y nuestra imagen habría mejorado. Cuando se concentra mucha gente, los expertos advierten de que hasta el más sosegado de los mortales puede sacar sus peores instintos cuando se siente arropado por la masa. ¿Le ocurrirá eso mismo a la policía? No sé, creo que la Delegada del Gobierno en Madrid tendría que pensar en ello, y si no da con la clave seguir pensando en su casa.

Pero sí, tengo que reconocer que no soy un santo y tengo mis “enemigos”, pocos pero firmes. Uno de ellos es Esperanza Aguirre, representante patria del Tea Party, que como sus colegas estadounidenses está poco currada intelectualmente, considera que la democracia está para ser usada cuando interesa y desprecia a los que no piensan como ella. Algún día alguien tendrá que hacer un estudio de cómo una persona con sus capacidades ha podido ser ministra de cultura, presidenta del Senado y presidenta vitalicia de la Comunidad de Madrid. Es que lo pienso y no paro de hacerme cruces. Pero bueno, como a esta mujer le va la marcha, para mostrar su sensibilidad para con los más necesitados, hace unos días nos regaló a los madrileños con una subida del 50% en el precio del billete del transporte público y, para compensar, que para eso estamos en una de las comunidades más solventes, rebaja un 80% el precio del transporte a los peregrinos. Por supuesto algún parásito, de esos que siempre están pidiendo dinero a papá Estado, ha pedido la misma rebaja para los parados, aunque no sé si esta petición le ha llegado porque todavía debe de estar levitando gracias al éxtasis que le producen sus buenas obras y los méritos que está haciendo para alcanzar el cielo. Pero por si no estaban claras sus preferencias, también dio instrucciones al Consorcio de Transportes para que en caso de que algún peregrino viajase con un billete caducado o sin billete no fuese sancionado (al resto la tontería le cuesta 45 euros). Pero una de las ideas que más me ha gustado por su proyección futura ha sido la de ceder a los peregrinos los colegios públicos para que pudiesen pernoctar, y me ha gustado porque puede ser una alternativa a la enseñanza pública, a la que cada año se dedica menos dinero, si se elimina lo que queda de estos centros nos ahorramos una pasta y, además, podemos sacar unos eurillos extras. Habrá que ver qué hacemos con los hijos de inmigrantes, que en los colegios concertados no pueden entrar todos, que dan muy mala imagen. Pero confiemos en la presidenta que seguro que tienen alguna alternativa.

Por lo demás, bien, ninguna queja. Ha sido una semana casi normal, con miles de peregrinos sonrientes, alegres, cantarines, que con sus banderas de casi todos los países del mundo y sus camisetas que los identificaban han llenado hasta el último rincón de Madrid. Espero que hayan disfrutado y que además del grato recuerdo espiritual se lleven una buena imagen de la ciudad y de los que aquí vivimos, tolerantes y respetuosos (con las excepciones que siempre existen y de los representantes del Tea Party nacional, que nos quieren convertir a todos o mandarnos a los infiernos).

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