Que nadie dude de que nuestros dirigentes europeos pasarán a la historia. Los libros de texto los señalarán como los responsables de la destrucción de la Europa del bienestar, de la Europa de las conquistas sociales, de la Europa solidaria, de la destrucción de esta vieja y orgullosa Europa que ahora se desangra a borbotones gracias a la incompetencia de quienes nos mandan.
Antes del euro, antes de esta pretendida unión económica, ya existía Europa. Y de situaciones complicadas nadie nos va a dar lecciones, que dos guerras mundiales dan para cubrir muchas crisis como la actual, y de allí se salió. Pero claro, sería un insulto para los que los precedieron someterlos a cualquier comparación con los actuales, incapaces de poner firmes a esos mercados que, envalentonados, campan a sus anchas, arrasando todo lo que tocan, con la complicidad de unos políticos que no saben manejar la situación y a todo dicen amén. Pero la culpa, insisto, no es de esos mercados, sino de los que no están a la altura de su cargo, y se olvidan de algo tan elemental como contar las cosas a sus votantes o dimitir cuando la situación les supera o no encaja con su ideario o con el programa con el que se presentaron a las elecciones.
Hay que ver lo fácil que es cambiar la Constitución para seguir dando de comer a quien manda. Llevamos años esperando que los dos principales partidos se pongan de acuerdo para cambiar el Tribunal Constitucional, caducado hace ya varios años, y lo mismo ocurre con el Consejo General del Poder Judicial o con el Consejo de Estado, y en apenas tres días han sido capaces de convencerse y convencer a sus acólitos para cambiar la Constitución para limitar el déficit. ¡Increíble!. Y todavía tienen la poca decencia de regañar a quienes piden que se pregunte en un referéndum si es eso lo que quieren los votantes. Como si fuéramos unos incapaces mentales ya se encargan ellos de pensar por todos. En cierto modo fueron elegidos para pensar y hacer lo que deben en defensa de todos, pero resulta que no hacen lo que deben pero sí hacen lo que les mandan; al menos es lo que nos dan a entender, porque a estas alturas de la película (más bien es un corto) todavía nadie ha dado una explicación convincente de las razones que llevan a hacer lo que se hace ni el porqué se hace esta manera, con nocturnidad y alevosía.
Pocas personas con unos cocimientos básicos dirán que la Unión Europea no es algo positivo, pero esa misma Unión Europea, tal y como se está configurando, no es la que yo quiero. Así, no; a cualquier precio, no. Son demasiados sacrificios. Yo quiero esa Europa donde se podía soñar e, incluso, donde había un hueco para que algún trasnochado pudiera pedir lo imposible, donde la utopía era algo al alcance de la mano, aunque nunca se consiguiera. Yo no quiero esta Europa que se deja mangonear por esos insaciables mercados, Yo no quiero estos políticos que son cómplices de la destrucción de Europa, esos políticos que, sí, pasarán a la historia por cobardes, por no tener la valentía de decir ¡basta!, por no defender sus propios ideales, por gobernar de espaldas a los votantes, por ocultar información, por muy vergonzante que sea. En definitiva, pasarán a la historia por ser los gobernantes que nunca gobernaron, por ser los lacayos de los mercados.
El próximo día 6 de septiembre todos deberíamos unirnos a la manifestación contra la reforma de la Constitución y la manera de llevarla a cabo. Ya estamos en tiempo de descuento y cada vez quedan menos cosas que defender.
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