Tengo que confesar que
estos días tengo el corazón “partío”. Yo siempre he estado en
contra de la pena de muerte, siempre me ha parecido una especie de
espiral que se sabe dónde está el principio pero nunca llegas al
final. Empiezas ejecutando a un asesino y, si nos dieran el poder
para hacerlo, terminaríamos condenando a muerte al vecino por poner
la música muy alta. Creo que no es legítimo quitar la vida a
nadie.
Pero dicho lo anterior,
tampoco voy a colgarme medallas que no me corresponden y tengo que
confesar que en alguna ocasión he deseado la muerte de algún
semejante. Esto viene al caso por porque estos días nuestra
presidenta, la más chula a este lado del Manzanares, dijo dijo que
iba a demandar a unas personas que en una concentración llevaban
carteles con la expresión “muérete”, y luego ella, con esa
gracia que caracteriza a los que van de sobraos, dijo que había que
matar a unos arquitectos por diseñar un edificio que no le gustó.
Y aquí es donde se me
parte el corazón y no sé situarme: ¿es legítimo
desear la muerte de alguien? ¿es lo mismo desear la muerte de
alguien que pedir su muerte? Pues no, entiendo que no es lo
mismo. Puesto que la muerte es algo inexorable y a todos nos vendrá
a buscar, creo que desear la muerte de alguien no perjudica en nada;
incluso los católicos creen en una vida mejor después de la muerte.
Sólo hay que leer el clásico:
y tan alta vida espero,
que muero porque no
muero.
Esto es un ejemplo de lo
que es desear la muerte. Y si alguien como Santa Teresa es capaz de
desear su propia muerte para vivir una vida mejor al lado de Dios,
quién soy yo para no pedir lo mismo para otras personas y que puedan
encontrar su felicidad en el más allá. Esto, si la persona es
creyente, no es desearle ningún mal, es desear que. deje de padecer
en este valle de lágrimas para disfrutar en el lugar que le
corresponde, que sin duda será el Cielo. Aquí no hay ninguna
intervención del ser humano, no hay maldad, sólo deseos puros y
bondadosos.
Por el contrario, decir
que “hay que matar” a alguien ya no es lo mismo. Esta expresión
encierra mala leche, significa poner en práctica un acto contrario
al Derecho natural. Esto es poner en práctica la pena de muerte pero
sin que te acusen de ello. Que una cosa es desearte lo mejor y otra
que te lo provoquen aunque no te apetezca.
Pero bueno, dicho lo
anterior yo recomendaría que cada uno se muriese cuando le diese la
gana o, en el peor de los casos, cuando la naturaleza dictara su sentencia, que es
lo que suele ocurrir, pero nunca nos deberíamos dejar llevar por los
deseos de los demás, salvo que insistan mucho, claro.
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