viernes, 14 de septiembre de 2012

Deseos de muerte

Tengo que confesar que estos días tengo el corazón “partío”. Yo siempre he estado en contra de la pena de muerte, siempre me ha parecido una especie de espiral que se sabe dónde está el principio pero nunca llegas al final. Empiezas ejecutando a un asesino y, si nos dieran el poder para hacerlo, terminaríamos condenando a muerte al vecino por poner la música muy alta. Creo que no es legítimo quitar la vida a nadie.

Pero dicho lo anterior, tampoco voy a colgarme medallas que no me corresponden y tengo que confesar que en alguna ocasión he deseado la muerte de algún semejante. Esto viene al caso por porque estos días nuestra presidenta, la más chula a este lado del Manzanares, dijo dijo que iba a demandar a unas personas que en una concentración llevaban carteles con la expresión “muérete”, y luego ella, con esa gracia que caracteriza a los que van de sobraos, dijo que había que matar a unos arquitectos por diseñar un edificio que no le gustó.

Y aquí es donde se me parte el corazón y no sé situarme: ¿es legítimo desear la muerte de alguien? ¿es lo mismo desear la muerte de alguien que pedir su muerte? Pues no, entiendo que no es lo mismo. Puesto que la muerte es algo inexorable y a todos nos vendrá a buscar, creo que desear la muerte de alguien no perjudica en nada; incluso los católicos creen en una vida mejor después de la muerte. Sólo hay que leer el clásico:

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Esto es un ejemplo de lo que es desear la muerte. Y si alguien como Santa Teresa es capaz de desear su propia muerte para vivir una vida mejor al lado de Dios, quién soy yo para no pedir lo mismo para otras personas y que puedan encontrar su felicidad en el más allá. Esto, si la persona es creyente, no es desearle ningún mal, es desear que. deje de padecer en este valle de lágrimas para disfrutar en el lugar que le corresponde, que sin duda será el Cielo. Aquí no hay ninguna intervención del ser humano, no hay maldad, sólo deseos puros y bondadosos.

Por el contrario, decir que “hay que matar” a alguien ya no es lo mismo. Esta expresión encierra mala leche, significa poner en práctica un acto contrario al Derecho natural. Esto es poner en práctica la pena de muerte pero sin que te acusen de ello. Que una cosa es desearte lo mejor y otra que te lo provoquen aunque no te apetezca.

Pero bueno, dicho lo anterior yo recomendaría que cada uno se muriese cuando le diese la gana o, en el peor de los casos, cuando la naturaleza dictara su sentencia, que es lo que suele ocurrir, pero nunca nos deberíamos dejar llevar por los deseos de los demás, salvo que insistan mucho, claro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario