domingo, 31 de enero de 2016

Cómplices

Hoy volvemos a ver en los periódicos una escena que a fuerza de repetirse corre el riesgo de volverse invisible: un niño muerto a las puertas de Europa, ahogado en el intento de sus padres de alcanzar una vida digna. No sabemos hasta cuándo se prolongará esta agonía, este interminable goteo de desgracias personales que nos hace cada día un poco más inhumanos. Dice Varufakis en una entrevista que los economía se ha apoderado de Europa, y es verdad, ya solo cuentan los números, y nosotros, tanto los europeos como los que vienen de fuera, solo somos parte de una ecuación que tiene que cuadrar. La diferencia entre nuestros hijos y los de los migrantes, entre nosotros y ellos, es que tenemos el escudo que nos proporciona el lugar de nacimiento, pero no nos engañemos, no les importamos más, la diferencia entre los que estamos y los que vienen es que a nosotros no nos pueden tirar al mar, sería una manera de resolver el problema del paro y de cuadrar los números. Ahí dejo la idea para quien tenga los santos c… de llevarla a cabo, porque la capacidad ya la tienen demostrada.

 Sí, la economía se ha apoderado de Europa, y nosotros, acomodados y los adormecidos, los que nos creemos que vivimos en el mejor de los mundos posibles, somos los cómplices de esas muertes. No somos mejores que los que prohíben la entrada de los necesitados, somos sus colaboradores necesarios, los que pagamos su sueldo, los que votamos gobiernos que los nombra, los que miramos para otro lado ante el drama que están sufriendo los refugiados. Hoy lamentamos la muerte del niño que ha tenido la desgracia de salir en la portada del periódico, pero dentro de unas semanas, cuando se hayan repetido las escenas  y se conviertan en algo cotidiano, la noticia pasará a segundo plano y nosotros, los agradecidos que cambiamos seguridad por mala conciencia, pasaremos la hoja rápidamente para no amargarnos  el día y pasaremos directamente a lo realmente importante, el resultado de nuestro equipo.
 
Ya sé que el mar, como los antiguos dioses, es insaciable y necesita sus ofrendas, por eso propongo que, para congraciarnos con él, mandemos en patera a los que dificultan que los refugiados encuentren un lugar donde vivir y que sea el mar el que decida si la ofrenda es digna o tenemos que embarcarnos también los que no hacemos nada por impedirlo.
 
(Dejo una canción de Labordeta, al que siempre vuelvo, que habla de un pasado no muy lejano, de nuestros abuelos, cuando salían en busca de mejor vida: “Todos repiten lo mismo)

 JMR

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