De entrada,
y para que no haya equívocos, yo no quiero que Cataluña se separe de España aunque sí soy partidario de la consulta.
Esto conviene dejarlo claro porque hay ciertos sectores que, en función del
interés que representen, tienden a meter en el mismo saco a los que piden la
independencia y a los que están a favor de la consulta, y no es lo mismo. Es
más, es muy posible que hoy los primeros sean menos partidarios de la consulta
que yo, por si se les cae el chiringuito de su supuesta y falsa mayoría y se
quedan sin argumento de vida para los próximos años.
En todo este
proceso de camino a ninguna parte ha habido dos protagonistas que no han
querido ni mirarse a la cara. Por una parte Mas, que tenía un objetivo tan
absurdo como claro, y por otra Rajoy, que se ha limitado a mirar a otro lado para
no tener que mojarse. El primero, con una hoja de ruta que no engañaba a nadie,
ha ido dando los pasos que anunció desde un principio; el segundo, mostrando
sus dotes de pésimo estadista, paralizado como un niño al que se le aparece un
monstruo, sin saber qué hacer y esperando que el propio monstruo, tal como
llegó, desaparezca. El tiempo ha pasado y el niño perdido sigue sin saber qué
hacer, más allá de pedir ayuda al PSOE para formar gobierno, pero sin dar una
respuesta a la actual crisis. Desde los inicios, el gobierno ha esperado que las
ansias independentistas se disolvieran en el tiempo como un azucarillo en el
café, y no, no solo no se ha disuelto sino que hemos llegado a la peor de las
situaciones. El ególatra Mas y el cobarde Rajoy, serán los culpables de lo que
ocurra a partir de ahora. Los dos saben que Cataluña no será independiente,
pero los dos son corresponsables de un futuro que, ahora sí, puede convulsionar
a la sociedad catalana. A partir de ahora, y sabiendo como sabemos los pasos
que dará el independentismo catalán, solo falta que Rajoy, de una santa vez, se
dé por enterado del problema y reaccione, aunque la capacidad de maniobra que
tiene en estos momentos es tremendamente reducida porque él mismo ha ido quemando
las oportunidades que tenía.
Ahora, muchos
se juegan todo a la carta de la gran coalición entre PP, PSOE y Ciudadanos, pero
para qué. Nunca he creído que la mejor opción frente al nacionalismo catalán
fuese más nacionalismo español y dividir a los catalanes entre buenos y malos. Se
perdió una gran oportunidad cuando la mayoría del pueblo catalán pedía opinar
sobre su futuro, y se perdió una gran oportunidad porque la gran mayoría de
esos mismos ciudadanos, como decían las encuestas y han demostrado las
elecciones posteriores, habría votado no a la independencia. También hubiese
cabido la posibilidad de que las encuestas se equivocasen y hubiesen ganado los
partidarios del sí, pero así es como funciona la democracia y yo no tengo
argumentos para imponer a nadie que camine a mi lado, aunque lo prefiera.
Hoy, cerrada
la vía de la consulta, seguramente el gobierno en funciones ya tiene sobre la
mesa la aplicación del artículo 155 de la Constitución, algo que, lejos de
solucionar el problema, lo agravará. Si se da este paso y se suspende de sus
funciones a los órganos que los propios catalanes se han dado, asistiremos a un
proceso legal largo y doloroso y habremos conseguido dar a Mas y a sus
seguidores lo que buscan: argumentos para que ese día pase a la historia como
un nuevo 11 de septiembre y el hoy ex-president como el mártir que se sacrificó
por un ideal (el suyo).
JMR
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