“Lo que me
preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante,
ya no podré creer en ti”
Nietzsche
Cuando se dice de alguien
que es un mentiroso, siempre pensamos que el castigo más apropiado
es el de que le crezca la nariz, como a Pinocho. Y no estaría mal
porque así siempre le podríamos identificar y, en su caso,
apartarnos de él. Lo que pasa es que ni todos los que tienen la
nariz grande tienen por qué ser unos mentirosos, porque la
naturaleza es a veces muy caprichosa y de vez en cuando se le va la
mano y se muestra excesivamente generosa dotando a las personas de
algún exceso, ni todos los que la tienen pequeña (la nariz,
naturalmente) tienen necesariamente que ir con la verdad por delante,
que para eso está la cirugía estética, y lo que la naturaleza o el
castigo de Pinocho añade, el médico lo puede eliminar sin dejar
marca alguna.
El caso es que esto de la
mentira, no piadosa sino puñetera, me tiene un poco preocupado
porque algún castigo debería tener para que todos la pudiésemos
constatar. Si alguien tiene un mal pensamiento y en ese momento su
pareja le pregunta ¿en que estás pensando cariñó? lo
normal es que la respuesta sea alguna obviedad o, si la persona es
ágil de mente, puede incluso responder ¿pienso en el tiempo que
llevamos juntos y lo feliz que me haces?; esto es una mentira
piadosa, perdonable, justificada y que tan magníficamente ha
inmortalizado Sabina. Pero si alguien miente de forma deliberada,
haciendo daño y con ensañamiento para favorecerse él o a sus
amigos, por ejemplo diciendo que no va a tocar la sanidad, la
educación, las pensiones,...sabiendo que va a hacer lo contrario, la
cosa cambia, esto ya no es para una canción de Sabina sino para una
copla del estilo de “La bien pagá” (será por eso que llaman
asociación de ideas pero me acaba de venir a la mente el nombre de
Cospedal).
Y hablando de Cospedal,
hoy veo en la prensa que ella y su colega la Vice Santamaría han ido
a visitar al Papa. No he podido evitar pensar que, además de a los
actos oficiales con peineta y mantilla que tanto les gusta, habrán
ido a confesarse porque dados los pecados que acumulan necesitan un
contacto más directo con el Altísimo que un simple cura de barrio,
que tiene una capacidad de perdón limitada. Y es que las mentiras
son un pecado que la iglesia castiga de forma muy severa, no como
nosotros que nos conformamos con el castigo en las urnas. Y si no,
echad un vistazo a los Hechos de los Apóstoles 4 y 5 del Nuevo
Testamento (seguro que se lo habrán estudiado para la visita):
En el 4 se habla de que
en la comunidad cristiana nadie pasa hambre porque los ricos venden
sus posesiones y entregan el fruto a los apóstoles para su reparto.
Y en el 5, y aquí es donde está la moraleja, se habla de un tal
Ananías, que vendió una posesión y solo entregó una parte
afirmando que entregaba todo. Claro, Pedro, que en cuestión de
mentiras era un lince, le pegó la charla y “Ananías, oyendo
estas palabras, cayó y espiró”. Pero que no se
quede tranquilo Rajoy y que se ponga a temblar su segunda (la de los
pelos locos, la Vice), porque luego entró la mujer de Ananías,
Safira, y Pedro le pregunto: “¿vendisteis en tanto la heredad?
Y ella dijo: sí”. Naturalmente Safira, por mentir, corrió la
misma suerte que su marido: “...cayó a los piés de él y
espiro”.
La verdad es que la
muerte me parece un castigo excesivo por una mentira, pero si san
Pedro da palmas yo me pongo a cantar.
O sea, que visto lo visto, que no se queje Rajoy de que alguien le acuse de mentiroso y vaya a
las puertas del Congreso a darle la chapa porque, si la Cospedal y la
Vice no lo remedian, san Pedro puede estar esperándole en cualquier
esquina y darle su merecido.
Creyendo en el castigo divino? Como ha cambiado la cosa!
ResponderEliminarSí, es verdad, como cambian las cosas. Mi fe en la justicia humana es tan escasa que tengo que recurrir a la divina para tener algo de esperanza. Pero no te preocupes, es solo el recurso a la justicia porque sigo creyendo más en las personas que en las divinidades.
EliminarPor utopico, lo comparto.
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