lunes, 8 de octubre de 2012

Mentiras

“Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer en ti”
Nietzsche

Cuando se dice de alguien que es un mentiroso, siempre pensamos que el castigo más apropiado es el de que le crezca la nariz, como a Pinocho. Y no estaría mal porque así siempre le podríamos identificar y, en su caso, apartarnos de él. Lo que pasa es que ni todos los que tienen la nariz grande tienen por qué ser unos mentirosos, porque la naturaleza es a veces muy caprichosa y de vez en cuando se le va la mano y se muestra excesivamente generosa dotando a las personas de algún exceso, ni todos los que la tienen pequeña (la nariz, naturalmente) tienen necesariamente que ir con la verdad por delante, que para eso está la cirugía estética, y lo que la naturaleza o el castigo de Pinocho añade, el médico lo puede eliminar sin dejar marca alguna.

El caso es que esto de la mentira, no piadosa sino puñetera, me tiene un poco preocupado porque algún castigo debería tener para que todos la pudiésemos constatar. Si alguien tiene un mal pensamiento y en ese momento su pareja le pregunta ¿en que estás pensando cariñó? lo normal es que la respuesta sea alguna obviedad o, si la persona es ágil de mente, puede incluso responder ¿pienso en el tiempo que llevamos juntos y lo feliz que me haces?; esto es una mentira piadosa, perdonable, justificada y que tan magníficamente ha inmortalizado Sabina. Pero si alguien miente de forma deliberada, haciendo daño y con ensañamiento para favorecerse él o a sus amigos, por ejemplo diciendo que no va a tocar la sanidad, la educación, las pensiones,...sabiendo que va a hacer lo contrario, la cosa cambia, esto ya no es para una canción de Sabina sino para una copla del estilo de “La bien pagá” (será por eso que llaman asociación de ideas pero me acaba de venir a la mente el nombre de Cospedal).

Y hablando de Cospedal, hoy veo en la prensa que ella y su colega la Vice Santamaría han ido a visitar al Papa. No he podido evitar pensar que, además de a los actos oficiales con peineta y mantilla que tanto les gusta, habrán ido a confesarse porque dados los pecados que acumulan necesitan un contacto más directo con el Altísimo que un simple cura de barrio, que tiene una capacidad de perdón limitada. Y es que las mentiras son un pecado que la iglesia castiga de forma muy severa, no como nosotros que nos conformamos con el castigo en las urnas. Y si no, echad un vistazo a los Hechos de los Apóstoles 4 y 5 del Nuevo Testamento (seguro que se lo habrán estudiado para la visita):

En el 4 se habla de que en la comunidad cristiana nadie pasa hambre porque los ricos venden sus posesiones y entregan el fruto a los apóstoles para su reparto. Y en el 5, y aquí es donde está la moraleja, se habla de un tal Ananías, que vendió una posesión y solo entregó una parte afirmando que entregaba todo. Claro, Pedro, que en cuestión de mentiras era un lince, le pegó la charla y “Ananías, oyendo estas palabras, cayó y espiró”. Pero que no se quede tranquilo Rajoy y que se ponga a temblar su segunda (la de los pelos locos, la Vice), porque luego entró la mujer de Ananías, Safira, y Pedro le pregunto: “¿vendisteis en tanto la heredad? Y ella dijo: sí”. Naturalmente Safira, por mentir, corrió la misma suerte que su marido: “...cayó a los piés de él y espiro”.

La verdad es que la muerte me parece un castigo excesivo por una mentira, pero si san Pedro da palmas yo me pongo a cantar.

O sea, que visto lo visto, que no se queje Rajoy de que alguien le acuse de mentiroso y vaya a las puertas del Congreso a darle la chapa porque, si la Cospedal y la Vice no lo remedian, san Pedro puede estar esperándole en cualquier esquina y darle su merecido.

3 comentarios:

  1. Creyendo en el castigo divino? Como ha cambiado la cosa!

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    1. Sí, es verdad, como cambian las cosas. Mi fe en la justicia humana es tan escasa que tengo que recurrir a la divina para tener algo de esperanza. Pero no te preocupes, es solo el recurso a la justicia porque sigo creyendo más en las personas que en las divinidades.

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