lunes, 26 de marzo de 2012

Huelga general

Desde que Rajoy anunció en Bruselas la huelga general prevista para el próximo día 29, se está debatiendo sobre si es oportuna o si es necesaria. Creo que en este punto todos estaremos de acuerdo en que la huelga llega en un momento especialmente delicado y que nuestra imagen va a quedar tocada en el exterior, algo que a nuestro presidente no le gusta nada. Tal vez habrá que recordarle los pocos esfuerzos que hizo él por mejorar esa imagen cuando estaba en la oposición y el veneno que el presidente de honor de su partido escupía en los foros donde alguien le quería escuchar contra nuestra economía, recibiendo por ello los aplausos desde sus filas. Hay personas bienintencionadas que dicen incluso que se debería haber esperado los cien días de gracia, habituales en política, pero no se dan cuenta estas buenas gentes que al ritmo que vamos, cuando transcurran esos cien, no habrá marcha atrás y la destrucción del estado del bienestar será un hecho, porque a este ritmo no van a dejar ni el solar. Además, es ahora cuando se produce la reforma laboral y es ahora cuando hay que contestarla, es ahora cuando el gobierno la redacta y es ahora cuando debe asumir sus consecuencias. Muy distinto hubiese sido si esta reforma se hubiese pactado, pero ha sido Rajoy el que ha preferido la complacencia de los mercados al diálogo y a la paz social, y no puede culparse a los sindicatos porque convoquen una huelga en contra de una reforma unilateral, injusta, innecesaria y que, ya lo estamos viendo, sólo da facilidades para el despido.

En esta ocasión, el próximo día 29 los trabajadores se juegan algo más que las penosas consecuencias de la reforma laboral, se enfrentan a una nueva contrarreforma, sin descartar la instauración de una nueva inquisición para los protestantes (ahora los que protestan), a la liquidación del estado del bienestar, a la destrucción del espíritu de la transición. Esto es a lo que nos enfrentamos y, como se hacía en otras épocas, cualquier sacrificio será bueno para contentar a los nuevos dioses, para evitar su ira. Y qué mejor sacrificio que el de los trabajadores, y mejor si son jóvenes cualificados o mayores con experiencia, que esto a los mercados les entusiasma. Pues no, hay que decirle al gobierno que no, que este no es el camino, que sus esfuerzos tienen que estar dirigidos a proteger a sus ciudadanos, no a esos nuevos dioses, tan invisibles como los de siempre pero mucho más voraces (en ellos se debió inspirar Deméter cuando condenó a Erisictón a sufrir de hambre eternamente y cuanto más comiera más hambre tendría). Pero si de verdad hay que sacrificarse, siempre tendrá a los trabajadores de su parte, pero no a cualquier precio, no para dar de comer al dios que nos arruinó.

Habrá que esperar al día 30 para ver las consecuencias de la huelga. Poco espero del gobierno, que ya ha demostrado su falta de sensibilidad, y no sé lo que esperar de los sindicatos, quienes deberán hacer un tremendo esfuerzo para ganarse la confianza de los trabajadores y no perder esta batalla que se antoja crucial. De los trabajadores sí, espero que secunden la huelga y le digan a todos, gobierno, sindicatos y oposición, que son personas responsables, aunque la responsabilidad de la huelga sea de otros.

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