viernes, 4 de marzo de 2011

Carta a Rodríguez Zapatero

Sr. Presidente:

Desde hace algunos meses está abierto el debate sobre si se presentará o no a las próximas elecciones, debate tan absurdo como inútil porque a estas alturas del partido usted sabe perfectamente cuál es la decisión y sólo está esperando el momento oportuno para anunciarlo. Las encuestas son tozudas y se empeñan en augurarle unos resultados que, pensará usted, no se corresponden con el esfuerzo realizado, pero así son las cosas y así hay que aceptarlas. Ya no importa si las medidas contra la crisis han sido las correctas, o si ha fallado la comunicación, o si se ha gestionado mal, o si los mercados, ese ente sin rostro, le han dado la espalda, la realidad es que ha perdido la confianza de los encuestados y, en estos momentos, su decisión de no anunciar lo que todo el mundo sabe no hace sino perjudicar a su partido y aumentar el número de personas desencantadas de la política (que no olvidemos que la mayoría de éstos son potenciales votantes suyos)

Pero no es este el motivo de esta carta, pero me da pie para exponerle lo que realmente me preocupa, que no es otra cosa que la obscena utilización que algunos políticos hacen de la política y que ha arrastrado al conjunto de los cargos electos a ser objeto de desconfianza, cuando no a ser directamente objetivos del insulto.

Quiero adelantarme y decirle que respeto profundamente la actividad política y que me duele de la misma manera cuando escucho, siempre y en cualquier sitio, insultar a “los políticos”, metiendo a todos en el mismo saco cuando se habla de un fulano que ha aprovechado el cargo para enriquecerse. Y me duele más porque algunas veces, la mayoría, no tengo argumentos para rebatir a los que generalizan. Es cierto que sólo unos pocos roban, pero también es cierto que otros muchos consienten y que la mayoría calla.

En estos momentos  hay una campaña en marcha con el objetivo de que no se incluyan en las listas electorales a presuntos delincuentes (ver). No negaré a nadie la presunción de inocencia, pero en política, como le ocurría a la mujer del César, no sólo hay que serlo, sino también parecerlo, y si hay pruebas contra alguien, aunque sólo sean indiciarias, no puede estar en política. Vaya desde aquí todo mi apoyo a esta iniciativa que, seguro, de triunfar, serviría para revitalizar la vida pública de este país. Tal vez sea un buen momento para que los partidos más importantes se sumen a ella y nos convenzan de su limpieza.

En cuanto a los próximos comicios, tal vez yo sea un iluso y esté pensando en un mundo ideal donde la realidad no tiene cabida, pero quiero imaginar unas elecciones donde los votantes van a elegir a sus candidatos de entre los mejores. No estoy diciendo que los candidatos tengan que ser los más sabios, sólo aspiro a que tengan la confianza de sus electores. En estos momentos, como ya sabemos, la valoración que los españoles tienen de usted y del Sr. Rajoy no es precisamente para echar las campanas al vuelo, está prácticamente en el subsuelo. Tal vez si pensaran en esto y no en la aritmética, se decidirían a no presentarse (aunque en su caso posiblemente esto ya no tenga sentido). Porque no nos engañemos, desde hace ya más tiempo del prudente unos van a votar para que no gane el otro, y todos para que gane el menos malo. Y la abstención parece que es un dato que no interesa, cuando lo cierto es que, en términos mercantiles, hay un 40% aproximadamente de electores que no quieren el producto ni gratis. Dando por hecho que usted no se presentará, le animo a que convenza a su colega Rajoy para que haga lo propio. Presentarse a las elecciones con una valoración tan miserable es tomarnos el pelo a los votantes, y no ayuda en nada a dignificar una actividad que tendríamos que admirar. No nos insulten más y dejen paso a otros; usted ya ha hecho su trabajo y ha perdido la confianza, y Rajoy el suyo, nada, y también la ha perdido.

Por favor, devuélvanos la ilusión y la confianza. Brindo por ello.

Un saludo.

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