Hoy he visto en televisión a Eladia,
una mujer octogenaria, salir de los juzgados de Plaza de Castilla tras declarar
por un supuesto insulto a unos policías municipales que estaban retirando la
mercancía que un subsahariano vendía en la vía pública. Según cuentan, la
mujer, cuando vio a los municipales lo que estaban haciendo al vendedor
ambulante, no pudo reprimir su rabia y les gritó “¿no os da vergüenza?, con lo
mal que lo estará pasando”. Los agentes, que debían de tener en muy alta estima
su sentido del orden, le tomaron los datos a la anciana y presentaron una
denuncia contra ella. El caso es que hoy ha sido el juicio y ha quedado visto
para sentencia. Me ha llamado la atención, además de que no llevaba traje y corbata,
uniforme habitual de los que pasan por estos despachos últimamente, la dignidad
que portaba. “Lo haría mil veces más si hiciera falta” o “a lo mejor me voy a
Melilla a subirme a una valla”, ha dicho a los medios. Sin duda, según la
clasificación que hace el ministro de Interior de las personas, se trata de un
sujeto altamente peligroso que, ayudado por su organización, se dedica a
desestabilizar el actual estado de derecho. Y no es para menos porque el
colectivo que hay detrás y al que pertenece la señora es el de los yayoflautas,
que no dudan en emplear la fuerza que les da la razón para oponerse a bancos,
banqueros, juzgados y jueces cuando detectan alguna injusticia. Si Ela fuera mi
abuela, estaría agradecido y orgulloso por lo que hace, por lo que piensa y por
lo que defiende. Es más, con su permiso, adopto a Ela como mi abuela oficial
como sustituta de los abuelos que no tengo. Ela, desde hoy me convierto en tu
nieto, sin más interés que la admiración que te profeso y renunciando
públicamente a cualquier derecho futuro que pudiera corresponderme por mi
condición de pariente. (Firmado y rubricado)
Y al resto de yayoflautas que no
se ofendan, me gustaría ser hijo o nieto de todos pero me resultaría
excesivamente gravosa la celebración de los cumpleaños. En esta época de
apretarse el cinturón, hay que tener mucho cuidado con la familia que uno tiene
porque las sorpresas pueden ser mayúsculas. Si hay algo que me hace temblar
cuando pienso en la posibilidad de que mis hijas tengan pareja, no es en lo que
todos los padres piensan, no, es en el gasto añadido que esto supone.
Pero volviendo al “insulto” de mi
abuela, el fiscal ha pedido 20 euros de multa por tan grave afrenta.
Posiblemente el juez, que sabrá distinguir los chorizos de verdad de los
ancianos que solo piden lo que creen justo, se apiadará de ella y la dejará
libre sin cargos.
Ahora imaginemos el mismo caso,
dentro de unos meses, cuando esté aprobada la Ley de Seguridad Ciudadana y
reformado el Código Penal. Mi abuela ve a unos agentes que están desmantelando
el chiringuito de un ambulante y les grita “¿no os da vergüenza?”, los agentes
le toman declaración. Hasta aquí todo igual, pero desde ese momento la cosa
empieza a cambiar para Ela. El ministro dice que es mucho mejor porque ya no
tendrá que ir a juicio, pero en realidad esa mejora es una trampa. El juez le
garantizaba un juicio imparcial y, en su caso, condenaba en función de las
pruebas y de la capacidad económica del infractor, pero con la nueva ley,
mientras los agentes escriben los datos
de mi abuela, ya la han juzgado y condenando, y lo que están haciendo en
realidad es redactar la sentencia. Los policías se convierten en juez y parte,
sin tener en cuenta si mi abuela tiene un yate en Marbella o vive de la
caridad, simplemente aplican la ley. Y a Ela, dependiendo de cómo haya pasado
el policía la noche, le acaba de caer una multa que puede llegar a los 1.000
euros por injurias a la autoridad. Espero que llegado el caso a mi abuela no se
le ocurra decir aquello tan típico de “pues no te enseño el DNI”, porque la
multa podrá llegar hasta los 30.000 euros.
El mismo caso y dos resultados
distintos. Esta es la reforma que el PP pretende sacar adelante. Si alguien
tenía alguna duda, ya sabe por qué la llaman “ley mordaza”. La protesta está
prohibida.
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