martes, 4 de marzo de 2014

Oligarcas

Una vez más asistimos como meros espectadores a la elección de los cabezas de lista de los partidos, en esta ocasión para las próximas elecciones al parlamento europeo. El PP utiliza su dedo, el PSOE su “aparato”, IU la posición dominante de su grupo hegemónico, todos rechazan la democracia que ellos mismos exigen para los demás y hacen gala de una transparencia que no vemos. Los propios elegidos aceptan agradecidos su designación como un premio a su labor, convencidos de que lo merecen, y las bases de sus partidos miran para otro lado mientras aplauden disciplinados todo lo que provenga de los suyos, sea lo que sea y hagan lo que hagan.

Aristóteles llamaba aristocracia a la forma de gobierno en la que el poder soberano era conferido a un número reducido y cualificado de ciudadanos que procuraban el bien de la mayoría. Cuando el objetivo del bien común se pervertía, cuando ya no les importaba el bien general sino su propio interés, la aristocracia se transformaba en oligarquía. Y en eso estamos, dominados por oligarcas que solo buscan su propio interés y perpetuarse en su propia mediocridad, miedosos por si vienen otros mejores que ellos y les arrebaten lo que creen suyo.

Dentro de poco cada partido empezará a bombardearnos pidiéndonos el voto para su paladín, mostrándonos todas sus virtudes y las cualidades del grupo que le respalda. Lástima que no hayan dado el ejemplo que una buena parte de la sociedad estaba esperando, haciendo un ejercicio de democracia interna y dando la oportunidad a sus bases para que opinasen sobre sus cabezas de lista. Ahora que la gente está pidiendo alguna muestra de cercanía, los partidos se autoexcluyen de la sociedad de la que se alimentan. Son como esos viejos ricachones que viven de malvender las propiedades que les dejaron sus antepasados, sin aportar nada nuevo y viendo cómo desaparece todo su fortuna. La credibilidad de la que gozaron antaño se ha vuelto esquiva, sus militantes van reduciéndose cada día más y los grupos alternativos se van adueñando de la calle. El ideario que recibieron de sus mayores se ha transformado en interés y las personas a las que representan han sido sustituidas por estadísticas.

Si no cambian, si no se regeneran, si no vuelven a la calle a la que pertenecen, su existencia, tal y como conocemos hoy los partidos, dejará de tener sentido.

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