Para empezar los post dedicados a "lo divino” nada mejor que brindar por Zeus, padre de Baco, por haberle permitido vivir y darnos con ello tantas alegrías a los mortales.
Como ya sabemos Baco y Hércules son los únicos dioses nacidos de una mujer mortal, que para esto los olímpicos eran muy suyos y no admitían a cualquiera si no demostraba su pedigrí. Afortunadamente los tiempos han ido cambiando y hasta los príncipes se casan con plebeyas
Zeus, como es de dominio público, era un poco flojo de muelle, o lo que es lo mismo, en cuanto se cruzaba con una falda se ponía como una moto, que para eso era el dios-jefe. El caso es que se encontró un buen día con Sémele (mortal ella y es de suponer que con cierta gracia). De este encuentro nació un amor desmedido de Zeus hacia la chica, y fruto de ese amor, y es de suponer que de algo más, fue el inevitable embarazo de Sémele.
Hera, que todavía era la “esposa” de Zeus, y muy celosa,, al enterarse se cabreó como sólo saben cabrearse las diosas, jurando venganza.
Cuando Sémele estaba más o menos de seis meses (las fotos de la época no confirman ni desmienten este dato), Hera se disfrazó haciéndose pasar por la nodriza de Sémele y la convenció para que consiguiese de Zeus, si tanto la amaba, que se lo demostrara haciéndole el amor tal y como se lo hacía a Hera. Sémele, que se puso como una moto pensando en cómo sería eso, le hizo prometer a Zeus que le tenía que conceder un deseo, y tanto insistió la guapetona que Zeus le dijo que sí, pero todavía sin saber a qué se había comprometido. Cuando por fin se lo dijo, Zeus, que llevaba muy a rajatabla eso de la palabra dada, ya no pudo echarse atrás y tuvo que cumplir a pesar de saber cuál sería el final (todo un caballero). La trampa estaba en que Zeus, cuando se ponía marchoso con Hera, se hacía el chulito disparando rayos y haciendo resoñar los truenos, que parece que era la forma romántica de demostrar su amor (¿quién no conoce a un amigo o tiene algún pariente que hace cosas más raras?); naturalmente, a ella, diosa de alcurnia, los rayos no le hacían nada que no fuese gustarle, pero a Sémele, pobre mortal, resulta que estos fuegos artificiales le resultaron un poco perjudiciales y, como ya os podéis imaginar, la pobre pasó del éxtasis más absoluto al pensar lo bien que se lo iba a pasar al recibir a su hombre tal y como lo recibía la “otra”, a verse rodeada de rayos por todas partes que la dejaron algo chamuscada. El susto fue, y nunca mejor dicho, de muerte.
Por supuesto, Zeus, que además de ser un amante estupendo era un buen padre, sacó al bebé del vientre de la madre antes de que ésta palmará (porque palmó, aunque luego su hijo, cuando ya era un tipo importante, la resucitó), se lo introdujo dentro de un muslo y lo cosió (el muslo, con él dentro). A los tres meses de llevarlo en ese raro recipiente nació Baco de esse muslo, Dionisio para los griegos. Desde luego debieron de ser unos meses muy duros para Zeus con un embarazo en la pierna, menudo cachondeo debió reinar entre sus colegas.
Y esta es la historia del nacimiento de “el de las dos madres” o el mito del doble nacimiento, que de las dos maneras se conoce este hecho.
Como se puede ver, entre los dioses se daban casi las mismas manías que entre los humanos, de entonces y de ahora: chico se enrolla con chica, chica, que es consciente de que su caballero está casado, tira por el camino de enmedio, esposa que se entera y trama una curiosa venganza. Como la vida misma. Y quién soy yo para juzgar a estos dioses, que otra cosa no, pero cuando queremos somos capaces de asimilar muy bien lo que nos enseñan.
En otro momento hablaremos de las hazañas de Dionisio, de su familia y de sus fiestas, que eran algo digno de ver. A su lado Pocholo no pasaba de ser un aficionado.
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