Aunque parezca increíble, el
barrio de El Gamonal, de Burgos, ha conseguido su objetivo. Desconozco el
origen y evolución del problema, solo sé el final y lo que se ha dicho en los
medios, pero vaya por delante mi felicitación a todo el barrio porque no es
fácil en estos tiempos que la administración se desdiga de sus decisiones. Pero
más allá del resultado, me gustaría hacer una pequeña reflexión sobre lo que ha
rodeado a los acontecimientos.
Durante los días que ha durado la
protesta, todo el mundo se ha rasgado las vestiduras por la quema de contenedores,
los cristales rotos o el destrozo de diverso mobiliario urbano. Vale, yo me
apunto al coro de “éste no es el camino”, pero con la condición de que alguien
me explique cuál es. Cuando los políticos se empecinan en hacer oídos sordos a
las reclamaciones de sus vecinos, cuando cada actuación urbanística está bajo
sospechosa de esconder intereses oscuros y espurios en contra de la mayoría
¿qué queda? Frente a la violencia hay dos alternativas: la policía, sistema
preferido por nuestro actual ministro del ramo, o la sensibilidad y la empatía
escuchando a los ciudadanos antes de que se produzca el estallido. Que el
alcalde correspondiente se quede con la primera o con la segunda opción
dependerá del respeto que tenga por sus vecinos, del compromiso que tenga con
la democracia y de la relación que tenga con su conciencia.
Nuestros gobernantes quieren que
formemos parte de esa mayoría silenciosa que no sale a la calle a protestar. Y
si salimos, que lo hagamos de forma ordenada y después, cuando nos cansemos de
gritar, volvamos a la rutina de nuestras miserias. El derecho al pataleo es lo
único que nos dejan, y si vamos un poco más lejos en nuestra reivindicación de
ciudadano se blindan criminalizando cualquier acto que implique salirse del
redil. En este punto olvidan aquello de que “la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los
poderes del Estado”, y se olvidan de que alcaldes y ministros sólo son los
representantes de ese pueblo que los eligió para que actuasen en su favor y no
en contra de sus intereses. No son los Virreyes de la corona. El problema es
cuando el espíritu de la Constitución se pervierte y a los ciudadanos se les
confiere el status de súbditos y al Estado el de amo. En este caso las
alternativas son pocas. Ejemplos los hemos tenido en otros países que
pensábamos que eran menos democráticos que el nuestro y a los que este gobierno
nos acerca de a pasos agigantados. Si seguimos avanzando en esa línea, el
ministro del Interior tendrá la posibilidad de desplegar todo su potencial y su
compromiso con la democracia. Ojalá que esto no llegue a ocurrir.
La enseñanza de El Gamonal es
evidente. Los políticos deberán aprender a escuchar y a no gobernar de espaldas
a sus administrados; sólo su sordera inicial y su pésima gestión ha sido la
responsable del estallido producido en sus calles. Si fue antes el huevo o la
gallina, en este caso lo tenemos muy claro, primero fue la actuación del
alcalde y luego la respuesta ciudadana.
Hace unos días citaba la
Constitución de Cádiz, hoy vuelvo a ella:
Artículo 13. El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación,
puesto que el fin de toda sociedad política
no es otro que el bienestar de los individuos que la componen.
Cuando pienso en aquellos
constituyentes debatiendo este artículo me dan ganas de llorar de la emoción; cuando
pienso en nuestros actuales gobernantes, de pena.
Querido Jose maría: Gracias por reactivar tu blog y por hacernos partícipes de tus comentarios. Acompañados por gente como tú, vale la pena seguir. No todo son charlas banales y dinero, gracias a Dios, hay cosas, personas, ideas, emociones, pensamientos, que se despiertan cuando otro nos da la oportunidad, y eso es lo que tú haces.
ResponderEliminarGracias
Muy interesante leerte una vez más.
ResponderEliminarPaqui