El árbol
genealógico de Eros (Cupido para los romanos) parece que no
está muy claro, unos apuntan que brotó del Caos, otros a que es
hijo de Ares y Afrodita, otros que desciende de Afrodita y Hefesto,
otros implican también a Zeus que, como no puede ser de otra manera,
allí donde había una falda siempre estaba su barba.
En cierta
ocasión, Apolo, muy chulito él, se burló de Eros-Cupido diciéndole:
“¿Qué haces, niño
lascivo, con armas de valientes?, tal armamento cuadra a mis
hombros…” y otras cosas similares.
El niño, que efectivamente tenía pinta de niño pero que se gastaba
una mala leche de gigante, le contesta: “Sea
que tu arco, Febo (Apolo en Griego),
atraviese todas las cosas, pero el mío
a ti, y como todos los animales son inferiores a la divinidad, así
tu gloria es inferior a la mía”, y
agitando sus alas Eros-Cupido se alejó mascullando (traducción libre):
megüentusmuelas pecador, te vas a
enterar de lo que vale un peine, y se
puso a cavilar la venganza.
La ocasión
no tardó en llegar y la encontró al descubrir que Apolo, sólo por
divertirse, intentaba llevarse al huerto a Dafne, una chula ninfa muy apetitosa.
(Llegados a
este punto hay que aclarar que Cupido tenía dos tipos de flechas:
unas de punta de oro, para enamorar, y otras de punta de plomo, para
lo contrario).
El
caso es que el enano lanzó una flecha de oro a Apolo y otra de plomo
a Dafne, lo que ocasionó que, como en muchas parejas, el
desencuentro fue brutal.
Y
mientras, la ninfa Dafne se reía y le gustaba el juego, disfrutaba
con su soltería tonteando con unos y con otros pero sin involucrarse
ni involucrar a nadie, con la candidez y frescura propias de una
joven que se siente muy joven para atarse. Pero Apolo, con la
picadura de la flecha de Cupido, se moría por sus huesos, y “…alaba
sus dedos, sus manos, sus brazos, y sus piernas desnudas más de la
mitad: si algo queda oculto lo imagina aún mejor…”,
y, al poco tiempo, cuando ya la cosa empezó a ponerse seria y la
chica se sintió realmente acosada, dejó de gustarle el juego. Apolo
la persigue de verdad, y Dafne huía, y mientras corría imploraba a
su padre, Peneo, para que la transforme y pudiese cesar la
persecución. Y su padre, como todos los padres, escuchó a su hija y
le concedió el deseo, y mientras la chica seguía corriendo notaba
cómo su cuerpo iba cambiando hasta transformarse en un árbol,
quedando sus pies convertidos en raíces. Por supuesto, este cambio
de Ninfa a árbol no le importó a Apolo quien, por fin, podía
abrazar y besar a su amada (al tronco) a pesar de su transformación.
Y tanto era el amor de Apolo que dijo “ya que no puedes ser mi
esposa serás mi árbol”, y “tu acompañarás a los caudillos
latinos , cuando voces alegres canten el triunfo y visiten el
Capitolio”. Desde entonces, en honor de Dafne, todos los grandes
héroes llevan la corona de laurel ceñida en su frente, incluyendo a los primeros héroes de las olimpiadas (aunque mi fuente es Ovidio, romano de pro, la mitología romana se inspira-copia la griega).
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