domingo, 4 de marzo de 2018

Los veteli (viejos) y su pócima mágica

Hacía ya unos años que el siglo XXI había comenzado su andadura y el imperio se consolidaba gracias a los tributos de las provincias conquistadas. En Hispania, zona de muchos hispanos y muy hispanos, su gobernador, M. Registrarium, se granjeaba los favores del emperador cuidando de que sus fronteras estuviesen bien guarnecidas. No era tarea fácil, los bárbaros del exterior no cejaban en su empeño de entrar en el paraíso y los del interior, encabezados en la sombra por su discípulo Aurantiaco (naranja), cada vez más hacían peligrar su estabilidad. Aurantiaco era un personaje de trato fácil, sibilino, calculador, que se dejaba querer tanto por los amigos como por los enemigos de Registrarium; daba y quitaba lo justo para no tener más enemigos que los que le reportasen algún interés. Todo indicaba que en la provincia, el César lo tenía todo bajo control, tanto a su gobernador como a su recambio.

Pero no, no todo estaba bajo control. Había algo de lo que Registrarium no informaba al imperio. Había un reducto rebelde que no se dejaba dominar. Eran los veteli (viejos) un insignificante grupo de ciudadanos pero con un glorioso pasado, supervivientes de las guerras que hicieron grande a la provincia que, armados de razón, plantaban batalla por sus derechos. No sería fácil vencerlos; sus fuerzas estaban muy diezmadas por el paso de los años, pero mantenían el germen de la lucha en sus gritos. Consciente de la fuerza de los veteli, para llegar al poder Registrarium les había prometido lo que en derecho les correspondía, pero su palabra no fue ratificada con sus actos y quiso relegarlos al olvido; eran viejos y no molestarían, pero no fue así y hoy son los únicos que intranquilizan al gobernador. Aunque su juventud pasó hace muchos años, aún recuerdan el alto precio que tuvieron que pagar para que personas como Registrarium o Aurantiaco pudiesen llegar a ser gobernadores de la provincia, o para que todos los ciudadanos de la provincia pudiesen tener los mismos derechos, sin distinción de raza, sexo, creencia o posición económica, e incuso una jubilación acorde con su esfuerzo. Ahora Registrarium se desdice de sus promesas y los veteli han vuelto a tomar sus viejas armas: la palabra. No cuenta el gobernador con la fuerza de sus contrincantes, ni ha oído hablar de su pócima mágica: LA DIGNIDAD.

Su lucha merece la pena, no los dejemos solos.

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