miércoles, 21 de marzo de 2018

Día Mundial de la Poesía (2018)

De vez en cuanto, para no perder el norte y saber que en este mundo cabemos más de los que el sentido común podría  imaginar, ojeo por internet algunos periódicos, entre los que está el órgano de difusión de la denominada “derecha alternativa” o, en palabras llanas, la extrema derecha de toda la vida. Es un vicio que no puedo controlar y que me provoca algunas desagradables resacas por la ingesta de noticias y artículos que nunca debería leer, como el de hace unos días, firmado por el ecuánime Juan E. Pflüger, bajo el título “La Memoria Histórica protege las calles dedicadas a criminales de izquierda”. Nada especial, ya sabemos que la tinta que impregna las galeradas de este panfleto está al servicio del rencor, el odio, la mentira y el legado franquista, aunque en este caso me ha tocado un poco el ánimo porque entre los “criminales” que cita está gente a la que admiro, como las Brigadas internacionales (“venidos a España para asesinar a españoles”), Largo Caballero (“el Lenin español”), las Trece Rosas (a las que acusa de pertenecer –algunas- a las Juventudes Socialistas Unificadas –tremendo delito-) o a Rafael Alberti (por ser el culpable de señalar a los intelectuales que había que depurar).
 
Pero nada de rencor, hoy es el Día Mundial de la Poesía y quiero dedicar este post a nuestro ilustre Juan E. Pflüguer, azote de emigrantes, rojos, homosexuales, feministas, vascoparlantes y demás gente de mal vivir, con un poema de Rafael Alberti incluido en su obra “De un momento a otro. Poesía e historia”, escrito entre 1934 y 1939. (Pflüguer, dos en uno, las Brigadas Internacionales y Alberti, menudo regalazo. Me hubiese gustado incluir otro poema, pero no me he podido resistir. Feliz día de la poesía)
 
A las Brigadas Internacionales
 
Venís desde muy lejos… mas esta lejanía
¿qué es para vuestra sangre, que canta sin fronteras?
La necesaria muerte os nombra cada día,
no importa en qué ciudades, campos o carreteras.
 
De este país, del otro, del grande, del pequeño,
del que apenas si al mapa da un color desvaído,
con las mismas raíces que tiene un mismo sueño,
sencillamente anónimos y hablando habéis venido.
 
No conocéis siquiera el color de los muros
que vuestro infranqueable compromiso amuralla.
La tierra que os entierra la defendéis, seguros,
a tiros con la muerte vestida en la batalla.
 
Quedad, que así lo quieren los árboles, los llanos,
las mínimas partículas de la luz que reanima
un solo sentimiento que el mar sacude: ¡Hermanos!
Madrid con vuestro nombre se agranda y se ilumina.
           
                  Rafael Alberti

 

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