En Derecho existe un principio
que dice que “las cosas son lo que son y no lo que las partes dicen que son”.
Esto es un hecho, si una persona, sea rey o vasallo, firma un documento en cuyo
encabezamiento aparece “contrato de préstamo” pero en su interior se habla de
donación, estaremos ante una donación, por mucho que hayamos iluminado la
cabecera del documento para llamar la atención del lector y confundirle.
Este principio tan básico se le
debería aplicar al PSOE, que es lo que es a pesar de lo que ellos dicen ser. Si
se pone firme cuando le dicen que cambie la constitución, si vende al diablo su
alma republicana por mantener su cuota de mercado, si comparte votos con el PP
en Europa, si cuando pudo votó en contra de la dación en pago, si fue el
iniciador de los cierres de empresas públicas (mal llamada reconversión) sin
ofrecer ninguna solución de futuro, no debería engañarse a sí mismo y tendría
que reivindicar su auténtico lugar en la sociedad. De las siglas del partido
que fundara Pablo Iglesias, ya solo le queda la “E” de español. Con Felipe
González el PSOE dejó de ser Socialista, y no tardó mucho tiempo más en dejar
de tener al Obrero entre sus electores preferidos. Solo me queda la duda de si
sigue siendo un Partido o ha pasado a ser una oficina de empleo selectivo y
selecto donde los más serviles y leales pueden tener acceso a un escaño, una
concejalía o, quién sabe, una alcaldía. En algún momento debieron pensar que el
mar electoral era demasiado grande y no podían centrarse en un caladero tan pequeño
como el de la izquierda. Se expandieron, quisieron acaparar el centro
ideológico, y se tomaron tan en serio su labor que se instalaron en él
olvidándose de su origen. Hoy, salvo la foto de su fundador y las siglas del
partido, poco queda de su origen. Eso sí, se han adaptado a los nuevos tiempos,
y lo han hecho tan bien que han adoptado los hábitos y el pensamiento de esta
nueva economía global, tan insolidaria y alejada del socialismo y de las clases
más necesitadas.
Dentro de poco llegarán nuevas
elecciones, y sus dirigentes, todos a una como en Fuenteovejuna, enarbolarán la
bandera socialista, se harán fotos en los restos de una mina abandonada,
visitarán fábricas condenadas al cierre gracias a su inacción, gritarán contra
las grandes empresas donde se jubilan sus dirigentes más aplicados y reclamarán
de Bruselas lo que sus representantes callan por convicción. Cuando llegue ese
momento, en las elecciones, volveremos a ver la esquizofrenia en la que se
mueve este PSOE, que para compensar su falta de ideología cada cuatro años saca
del cajón el viejo programa socialista, salpicándolo de ambigüedades para
contentar a sus bases y no enfadar a los que les prestan y sustentan. Pretender
servir a dios y al diablo es una mala idea, no puedes reclamar un sitio a la
diestra de dios padre y, al mismo tiempo, por si acaso, ser la mano derecha del
que aviva el caldero del averno. No pueden ejercer de centro-derecha cuando gobiernan y de socialdemócrata cuando están en la oposición (de socialistas, ni hablamos). Al final la tentación es demasiado fuerte y la
vida muy corta como para dedicársela a los demás.
Si parece un pato, nada como un
pato y grazna como un pato, lo más seguro es que sea un pato, aunque el pobre
animal se crea una sardina. Si alguien actúa como la derecha, defiende los mercados
como la derecha, con sus actos repudia la república como la derecha y antepone
otros intereses a los sociales, es lo que es, un pato, aunque debido a su
difícil proceso de mutación no se reconozca en el espejo o le quede algún pequeño ramalazos de lo que fue.
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