viernes, 5 de octubre de 2012

Principio y fin de la TIA

La TIA (Técnicos de Investigación Aeroterráquea) era esa organización en la que trabajaban, entre otros, Mortadelo y Filemón, dos intrépidos y valerosos investigadores que han sido la base de lo que hoy es el modelo de actuación del PP cuando quiere hacerse con los planos que maneja el peligroso enemigo SOBRINA (Sindicato Organizador de Bollos Reivindicantes Inter Nacionales Atléticos), o cuando quiere prestar ayuda a la oposición hermana de otro país.

En la actualidad, como Mortadelo y Filemón se han jubilado, entre sus miembros más destacados está AC (solo utilizamos sus siglas para preservar su anonimato), que en estos momentos está en una isla muy lejana, detenido injustamente por servir a sus ideales. La cosa es que, según cuentan, fue a la isla a levantar la moral a la oposición con una inyección de pasta de la que se gasta y, con una genialidad propia de los originales agentes, decapita a la organización que quería ayudar. Y cómo es posible esto, se preguntarán los más inocentes. Pues muy sencillo: eligen a un pipiolo cuyo único mérito es ser un liberal convencido (Como Esperanza Aguirre o Aznar) y con ganas de trepar en el partido porque no ha hecho otra cosa en su vida, le ponen unos fajos de billetes en el bolsillo, lo mandan a una isla caribeña, y el resto lo hace él solo: alquila un coche sabiendo que es un inepto al volante y ya está, se queda sin dinero, sin coche y sin amigos a los que ayudar. Si Ibáñez, el autor y creador de la TIA, escribe esta historia se la tiran a la basura por absurda. Pero así son los jóvenes cachorros del PP: intrépidos, aguerridos y siempre dispuestos a la batalla.

Y es que la labor de un agente secreto es muy dura, por eso necesitan un trabajo que les permita tener cierta disponibilidad de su tiempo: ¿un trabajo liberal, tal vez? No, mejor un puesto discreto en una Junta Municipal, por ejemplo de Consejero Técnico, que no necesita oposición, ni conocimientos, ni siquiera ir a trabajar pero garantiza unos ingresos que justifican su dedicación a la causa y que pagamos a escote entre todos los madrileños. Eso es perfecto, no le cuesta nada a sus mandos, y así se va fogueando para cuando tenga que dar el salto (aunque los próximos los tendría que dar en el circo).

Para terminar la historia ya solo falta, ahora que se inicia el juicio contra nuestro héroe, que salga a escena el jefe, el superagente Vicente, dando la cara por su pupilo.¿Estará escondido en la FAES?

No aprenderemos nunca, nos sentamos una vez entre los grandes, ponemos los pies encima de la mesa y ya creemos que jugamos en primera división. Qué ilusos somos, las cosas de espías hay que dejárselas a los que saben, a los auténticos de la TIA, a Mortadelos y Filemón, y no a los aficionados.

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