Tres días, nada más que tres días
faltan para las elecciones al Parlamento Europeo. Serán unos
comicios descafeinados porque a la gente no le interesa europa, y
mucho menos sus diputados. Nadie nos ha explicado qué es y qué hace
el Parlamento, qué hacen sus 750 europarlamentarios, con sus
asistentes, con sus oficinas de apoyo, con sus miles de personas
trabajando en sus diferentes organismos; nadie nos dice que algunos
elegidos cobran todos los meses pero solo van a Bruselas de turismo,
o que PP y PSOE coinciden en el voto en más del 80% de las
ocasiones, aunque luego culpen a al otro. Nadie nos ha contado cuál ha sido el papel de este
gigantesco monstruo durante esta crisis, más allá de aprobar
algunas normas que otros le han propuesto. Y casi lo agradezco, porque hay
cosas de las que es preferible no enterarse.
Dentro de tres días, seis de cada diez
personas con derecho a voto se quedarán en su casa, no votarán
porque europa y su parlamento no les interesa. Es la manera que
tienen algunos de castigar a esta clase política asentada en sus
privilegios. Es la manera que tienen esos mismos de afianzar en sus puestos a los que, con su acción o silencio, nos han llevado hasta aquí. Si queremos cambiar algo, la abstención
no es una alternativa, y a las pruebas me remito: en las pasadas
elecciones al Parlamento Europeo hubo una abstención del 54%,
¿sirvió para algo? NO, nada mejoró y los que estaban siguen en su sitio. El cambio solo pasa por las urnas o por la
revolución, y a mí me da mucha pereza echarme el monte, iré a votar
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